En la política, junto a cinismo e intereses, también existen ideales y convicciones. Igualmente, además de individuos detestables, hay personas que ejercen un liderazgo moral y son referencia y guía para quienes creen que el idealismo puede mover también la historia. Frente al pragmatismo, hay corazones cuyo compromiso cívico es capaz de convertir utopías en hechos, sueños en realidades.

Uno de los nombres grabados en la conciencia colectiva de la humanidad es Martin Luther King . Se conmemora ahora el 40.º aniversario de su muerte y coincide este hecho con la divulgación del informe anual de Amnistía Internacional sobre la pena de muerte. Junto a ello, concurre la campaña electoral norteamericana que todos estamos siguiendo con gran interés, incluso con sana envidia, por el debate abierto y no encorsetado. Una vez nominado el candidato republicano, John McCain , continúa la dura lucha de las primarias para designar al representante demócrata. Existe el riesgo de que Hillary Clinton y Barack Obama se acaben triturando y el vencedor acabe con tantas cicatrices tras la cruenta batalla interna que haya padecido ya la guerra sucia que no ha tenido quien será su adversario.

A miles de kilómetros, muchos ciudadanos del mundo seguimos el proceso e incluso tomamos partido según nuestras ideas y la empatía con los candidatos. Soy de aquellos que desde el primer momento apostaron por Obama. El país más importante del planeta necesita aire fresco que elimine no solo las nocivas bacterias del neoconservadurismo reaccionario, sino también la complicidad con el sistema de una progresía instalada en el show business político, que acepta plácidamente que solo voten la mitad de los electores.

XEL PREDICADORx de Atlanta asesinado hace ahora 40 años fue un soplo de honestidad que se rebeló frente a lo establecido. Su lucha vital se dirigía especialmente a combatir la discriminación racial entonces imperante. Pero eso estaba inmerso en lo que era un movimiento cívico de reivindicación de muchas causas enraizadas en la dignidad humana.

Hoy, uno de estos ideales nobles por los que continuar luchando es la supresión de la pena de muerte. Si el utópico y emotivo discurso sobre el sueño de igualdad y justicia de Luther King se hizo realidad, como si de una obra de Julio Verne se tratase, hoy también sigue vigente el anhelo de que los estados sean los primeros en respetar el derecho a la vida, incluso de los nacidos, también, en el país que quiere ser modelo de libertad.

Soy un admirador de la democracia norteamericana que, pese a sus deficiencias, es modelo a seguir (y a mejorar). La obra de Tocqueville La democracia en América ha sido un referente para muchos juristas y muchos demócratas que aspirábamos a esa realidad también para España. Ese gran país es un ejemplo de libertad, aunque disiento especialmente de su política exterior tan unilateral y poco respetuosa con los derechos humanos, hace 30 años en el patio trasero de Latinoamérica, apoyando golpes militares y dictaduras aborrecibles, y más recientemente en la nefasta guerra y posguerra de Irak.

Pero hay una cuestión interna en la que queda trecho por recorrer: el sí a la vida. Espanta ver la lista de los 10 países con más ejecuciones, en la que, tras China --con medalla de oro en la lista de crímenes (toda muerte provocada lo es) legales--, los siguientes clasificados (junto a EEUU, en quinto lugar) son los siguientes modelos de democracia: Irán, Arabia Saudí, Pakistán, Irak, Vietnam, Yemen, Afganistán y Libia. ¿Alguien sabe qué tiene en común EEUU con estos países? Nada, salvo la pena de muerte. Quienes tenemos simpatía por esta nación querríamos verla desaparecer del listado.

Los vientos soplan a favor. Hace 30 años, 16 países eran abolicionistas de facto, cantidad que es ahora de 135. Cada año algún Estado más suprime la pena capital y aumentan aquellos que, sin haberla hecho desaparecer aún de sus leyes, no ejecutan ni condenan a nadie. Evidentemente, ello no supone darles a todos el sello de países plenamente democráticos, pero es un paso. En diciembre, la ONU aprobó con una amplísima mayoría una resolución histórica a favor de una moratoria en todo el mundo.

Es cierto que la opinión pública debe ser valorada por los gobernantes, pero también estos pueden y deben ejercer un liderazgo moral transformador de la sociedad. En EEUU existen diversos sectores que apoyan el mantenimiento de la pena capital, aunque, mientras en algunos de sus estados se permite, en otros, no. Tras su restablecimiento hace 30 años, algo más de mil personas han sido ejecutadas allí, incluyendo la ignominia de la aplicación a un centenar de enfermos mentales.

En un tema tan controvertido, es comprensible la ambigüedad de Obama. Pero muchos albergamos el deseo de que 40 años después, Luther King se reencarne en él y, además de ser el primer presidente de EEUU de un colectivo humillado hasta hace poco, promueva esta causa y haga desaparecer la pena de muerte que atenta contra la dignidad, y de la que ya en 1764 el penalista Beccaria brillantemente demostraría no solo su injusticia sino también su inutilidad.

Que el sueño se haga vida. Amén.

*Presidente de la Comisión de Derechos Humanos, Democracia y Ayuda

Humanitaria de la Asamblea de la OSCE.