En época de crisis, en la que cuesta mantener la igualdad de oportunidades, el ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert , utiliza la enseñanza de ariete ideológico para cavar las diferencias entre la ciudadanía española. En su última pirueta dialéctica, para justificar ahora el aumento del 5,5 al 6,5 de nota mínima para conseguir una beca universitaria, Wert juega con la excelencia. Que el responsable de Educación abogue por la exigencia de una mejora de resultados académicos, en cualquiera de los niveles, contará con el apoyo de la comunidad educativa y de los padres.

Pero el ministro solo alude a esa excelencia por lo que respecta a los universitarios con menos recursos, a quienes quiere exigir ese 6,5 e incluso descalifica como estudiantes con derecho a seguir con sus carreras si no la alcanzan. Pero las becas forman parte de la garantía para que nadie quede fuera de la educación por sus recursos. Unir las dos cosas solo lleva a un camino: exigir a los más desfavorecidos lo que no se exige al resto, al que, según gusta de repetir su ministerio, financiamos más del 70% de la formación.

Las subida de tasas, el descenso de los recursos familiares y los recortes ya ponen palos en las ruedas a esa generación sobre la que pende la incertidumbre. A Wert no solo le falla el tono sino también el concepto. A los universitarios no les pagamos, como dice él en el sentido mercantilista, para que estudien sino que los formamos para que hagan avanzar a toda la sociedad.