Pobres de los turistas que hayan optado durante este puente por un medio de transporte como el tren para conocer Extremadura. La escasa competitividad de la red regional no solamente se constata en retraso de horarios, tiempos de viaje, precios o cierre de líneas sine die. Sin ir más lejos, la estación de Mérida era ayer testigo del descarrilamiento de un tren de mercancías que, por suerte, no acarreó pérdidas humanas. Pero al margen de esta dura realidad, avalada por la pérdida constante de viajeros durante el presente año y por hechos tan reveladores como que no existe conexión directa entre las dos capitales de provincia extremeñas, los planes de Renfe para Extremadura no dejan de ser inquietantes.

Y es que la supresión de la conexión directa entre Extremadura y Barcelona, denunciada por el propio comité de empresa y que se hará efectiva previsiblemente a partir del próximo mes de enero, viene a ser una clara muestra de lo que está en mente de los tecnócratas de la planificación de la compañía: potenciar el futuro trayecto del AVE que unirá Madrid con la ciudad condal sin importar demasiado efectos colaterales que puedan salpicar a otras regiones. Pues en Extremadura, de entrada, ya tenemos nuevo agravio.