Dejó escrito el clásico que para conocer a un hombre (o, para el caso, a una mujer) había que darle poder. Hay quienes se vuelven locos cuando tienen poder --la Historia está llena de ejemplos--. A otros el poder les torna ciegos o fatuos. A los aquejados de este último mal resulta muy fácil descubrirlos: Se comportan como nuevos ricos. Disponen de la riqueza de todos como si de la propia se tratase. Tenemos más de un ejemplo en las crónicas de los últimos días. Está siendo muy comentada la afición tuneadora de Ernest Benach , presidente del Parlamento de Cataluña --quien, al saber que había trascendido que se había gastado nueve mil y pico euros en mejorar el interior de un vehículo oficial ya de por sí muy costoso, se ha visto obligado a devolver el dinero y pedir perdón en nombre de la crisis--. Benach pertenece a ERC, un partido a cuyos dirigentes desde hace unos meses se llena la boca con la palabra austeridad .

Y, qué decir de los millones autorizados por el señor Pérez Touriño (PSOE) para remodelar las instalaciones de la sede de la Presidencia de la Xunta (despacho presidencial incluido). O de los trescientos y pico mil euros que se gastó el año pasado el ministro de Justicia en mejoras de un piso en el centro de Madrid, pese a que el señor Bermejo dispone de casa propia en la capital. O los sesenta mil euros de gasto superfluo con los que debutó el presidente del Gobierno, señor Zapatero , como resultado del acondicionamiento del área de la piscina y aledaños de la residencia lanzaroteña de La Mareta --residencia de lujo construida en su día para el rey de Jordania --.

Y, hablando de lo que hablamos: Qué añadir del dineral que ha costado el traslado y acondicionamiento de la nueva sede del Ayuntamiento de Madrid, caprichosa iniciativa llevada a cabo por el alcalde popular Alberto Ruiz Gallardón , sin consulta previa a la ciudadanía. ¿Hasta dónde llegarían algunos políticos si no hubiera medios dispuestos a publicar noticia de este tipo de excesos? Dejo la respuesta al amable lector.