Los estudiantes de Medicina se manifestaron ayer en contra de que el Gobierno apruebe un aumento de la oferta de plazas de esta carrera en la Universidad española. Un día antes, la Conferencia de Decanos de las Facultades de Medicina de España, la Organización Médica Colegial, sindicatos, sociedades científicas, de estudiantes, etc. se pronunciaron en el mismo sentido: no más estudiantes de Medicina y, con más razón aún, ni una sola facultad nueva. Esta posición contrasta con la conclusión a la que llegan casi todos los estudios sobre necesidades de médicos en nuestro país (presentes y futuras) y, lo que es más comprensible para los ciudadanos, las continuas informaciones sobre la falta de médicos y el fichaje de facultativos en el extranjero para hospitales de todas las comunidades, incluida la extremeña.

Son dos posiciones contradictorias: estudiantes, facultades y médicos no quieren que haya más; los sistemas regionales de salud hacen ofertas más allá de nuestras fronteras para cubrir las vacantes porque los necesitan.

La actual oferta --muy restrictiva-- de plazas universitarias fue el resultado de la mala experiencia habida hasta hace una década, cuando el número de aspirantes a una plaza triplicaba las plazas ofertadas. Ahora parece que el péndulo se ha desplazado --o al menos va en esa dirección-- al otro extremo. No sería deseable que las decisiones que se tomaran fueran las de admitir todas las demandas de nuevas facultades (solo Madrid quiere cuatro), porque al cabo de los años donde ya estuvimos. Pero no hacer nada también sería un error, porque, sea por falta de médicos o por mala distribución de los especialistas, las necesidades son cada vez más acuciantes. Y sobre el interés corporativo primar el bien.