En marzo de 1929, Herbert Hoover tomó posesión como 31 presidente de EEUU, con el aura de self-made man que, desde un origen humilde, había consolidado --en la mejor tradición americana-- una sólida posición económica y social. Keynes escribió --en 1919-- que "Hoover fue el único de los presentes en la lamentable experiencia de París, que salió de ella con mayor prestigio que cuando entró". Sin embargo, su presidencia sólo gozó de seis meses de bonanza: el martes negro 29 de octubre se colapsó la bolsa de Nueva York, provocando la crisis financiera y económica que desencadenó la depresión de los años 30. Ahora bien, la causa de su fracaso --que truncó su carrera-- no fue un eclipse de su talento, sino el hundimiento de su mundo, definido por los valores de individualismo, igualdad de oportunidades, laissez- faire , espíritu de empresa, triunfo personal y bienestar material. Fue víctima de su fe en la capacidad del capitalismo para subsistir sin apoyo estatal. Creía en la perfección del sistema basado en el beneficio y la ausencia de regulación.

Franklin D. Roosevelt sucedió a Hoover en la presidencia y, pese a haber sido educado en una filosofía social y económica semejante a la de Hoover, supo reconocer que "hoy en día no puede tolerarse la libertad de acción que pudo estar justificada dentro del marco simple de la vida del siglo pasado...; hemos superado ya los tiempos del individualismo extremo", porque --como dijo en su discurso ante el Commonwealth Club de San Francisco-- la capacidad productiva del país no debe ser controlada por hombres sin escrúpulos, promotores de una política económica de despilfarro, razón por la que lleva razón el pueblo cuando exige un control más positivo de la vida económica. Setenta años después, la situación se repite. Y aunque la insignificancia política de Bush le aleja del perfil de Hoover, y Obama no tiene tras de sí la brillante carrera de Roosevelt, lo cierto es que Obama encarna la misma esperanza de cambio que en su día encarnó Roosevelt. Lo que prueba la inmensa capacidad de regeneración de Estados Unidos. ¡Qué envidia!