TEtl Congreso de los Diputados es en realidad una escuela de esgrima dialéctica, normalmente para principiantes, con muy escasas excepciones. La novedad de esta temporada es Alfredo Pérez Rubalcaba en su triple condición de vicepresidente, ministro de Interior y Portavoz. En la primera sesión reaparición de Enrique Gil Lázaro con misiles gruesos pero con la pólvora mojada por el tiempo. Otra vez el eco de aquellos gritos cansinos de "paro, terrorismo y corrupción" que intentan expulsar ahora además de al presidente, a Rubalcaba por si acaso. Cómo se echa en falta a Luis Ramallo y sus calzoncillos de Loewe.

La confrontación brutal es una tecnología política que busca el desistimiento del electorado menos agresivo y la desafección de quienes no sean hooligans. Si hay pelea, en cualquier orden de la vida, la gente sensata se retira porque no está educada para romper una botella y cortar la yugular. Aquí se pretende instalar la alta tensión permanente no apta para cardiacos.

El PP le ha tomado tal afición a la gresca que les ocurre como a los más chulos del barrio, que si no tienen motivo para la pelea, se los inventan. Nos espera un año y medio agotador en los que cada semana de los periodos de sesiones el PP hará preguntas sin importarle las respuestas, en forma de agresiones hasta personales al vicepresidente del Gobierno. Y éste, con esa cara que sabe poner de traumatólogo de urgencias, juntará los huesos que se le pongan por delante para recomponer cualquier fractura.

En España, donde están prohibidas las peleas de gallos y de perros, se mantiene la rutina parlamentaria de desguace del adversario produciéndose el milagro de la alquimia de que es imposible conocer el pensamiento político del partido conservador que abarca desde la comprensión al alcalde de Valladolid y la protección a Sánchez Dragó por su pederastia, a su comunión íntima con la Conferencia Episcopal, pasando por una tolerancia con la corrupción que está a punto de convertir en héroes nacionales a los más golfos de cada pueblo. Con estos mimbres vamos a llegar a las elecciones generales con ganas de que no existan las urnas. Probablemente es eso lo que se persigue.