El panorama financiero nacional ha dibujado un inequívoco mapa de unificaciones a lo largo de los últimos tiempos, y fruto de ellas ha sido posible conformar entidades de primer orden, con posibilidades de ocupar posiciones preferentes y competitivas en el mercado internacional. Estos procesos tan habituales en el sector bancario privado, no tienen porqué no ser válidos para las cajas de ahorros, prueba de ello es la cantidad de movimientos que en este sentido se han producido entre estas entidades. Para muestra baste sólo con citar algunas de las realizadas en comunidades limítrofes a la nuestra, como las de Andalucía, Castilla-La Mancha o Castilla y León, comunidades más complejas por ser más heterogéneas y tener más provincias y entidades. Estas fusiones no obedecen a criterios de moda o a un capricho pasajero, sino que están sustentadas en la necesidad de adquirir un mayor peso específico para competir en unas mejores condiciones de mercado y obtener un mayor beneficio social.

Es cierto que hay cuestiones que reclaman una mayor celeridad que la fusión de las cajas, y que ésta no es una reivindicación histórica en los foros de opinión o de debate, pero ello no es óbice para que pueda ser planteada, y más teniendo en cuenta que este tipo de fusiones se corresponde con las exigencias propias de un mercado que reclama entidades de mayor calado, lo que significa fortaleza desde el punto de vista financiero, y mayores posibilidades a la hora de competir y de afrontar los retos de modernidad del futuro, también porque la fusión provocaría una entidad resultante mayor a la suma de las dos entidades por separado, en cuanto al volumen de depósitos y de recursos.

La unificación de las dos cajas extremeñas, es un proceso que, más tarde o temprano, está llamado a producirse, por lo que cuanto antes se dejen atrás las reticencias y los prejuicios ya sean de tipo localistas, corporativos o políticos, será mejor para todos.

Se dan en estos momentos unas circunstancias favorecedoras para el inicio de este proceso, cuales son el comienzo de un nuevo ciclo político, con la consiguiente renovación personal de la Presidencia de la Junta de Extremadura, también debido a la implantación de grandes empresas en nuestra región que reclaman una financiación fuerte que una caja aisladamente tiene dificultades para poder satisfacer, pues no sólo se trata de ocupar un puesto más relevante en el ranking de la Confederación de Cajas de Ahorros, sino de ofrecer unas mejores condiciones de competencia y de seguridad para los depósitos de los ahorradores.

Las cajas de ahorro no son organismos públicos, sino entidades de carácter social, y como tal conviene dejar a un lado los intereses partidistas o electoralistas, si los hubiere, en favor de una causa común, aportando una actitud constructiva y de progreso. La política tiene mucho que decir en este sentido ya que las instituciones tienen un importante peso específico en los consejos de administración de ambas empresas, por lo que es aconsejable que los órganos de gobierno inicien un proceso de estudio que favorezca este tipo de acercamiento, al objeto de resolver cada uno de los pormenores que pudieran surgir, de forma que no se creen agravios, pues se trata de una fusión que se realizará entre iguales, en la que deberán elaborar previamente un nuevo estatuto, que no debe plantear excesivas controversia, toda vez que ambas entidades se rigen por la Ley de Normas Básicas sobre Organos Rectores de Cajas de Ahorros (LORCA).

Todo cambio suele suscitar incertidumbre, pero en esta ocasión no tiene porqué repercutir negativamente sobre el empleo, ya que porcentualmente son pocas las sinergias derivadas de la duplicidad de oficinas, al tener una implantación mayoritariamente de carácter provincial y expansivo, tampoco ha de suponer mayor problema la homologación retributiva entre los empleados, en lo concerniente a los aspectos estructurales como el de la ubicación de la sede central, la nueva composición de los órganos directivos o el nombre de la entidad resultante, son cuestiones que deberán estudiarse detenidamente para arbitrar medidas justas y equitativas, aplicando el sentido común y de la reciprocidad. El hecho de que las dos entidades hayan colaborado de forma conjunta en muchos proyectos es otro de los factores que harán más fácil este proceso de unificación.

Tal vez sea la nuestra una generación que se decante más por lo particular y lo concreto, que por lo general y por lo abstracto, y como consecuencia de ello, nos cueste concebir a Extremadura como un todo, pero si hemos sido capaces de conformar una estructura autonómica y experimentar con ella los avances del autogobierno, también podemos aprender a superar las divisiones y recelos que pudieran suscitar este tipo de proyectos, y más cuando está en juego el progreso y la conveniencia social.

*Profesor