TLta Semana Santa en la que estamos ya inmersos despierta en mí sentimientos encontrados. Mi vivencia de la celebración está cincelada durante mi infancia y adolescencia en Sevilla. Soy miembro de una hermandad desde que nací. Mi padre y mis hermanos también. He vivido desde el punto de vista de la Fe lo que significa pertenecer a una de ellas, pero no soy un 'capillita', como en Sevilla se llama a los muy entendidos en la Semana Santa y asiduos a los cultos y actos de las cofradías. Creo, además, que muchos de ellos son como los sepulcros blanqueados a los que se refería Jesucristo: solo postureo y figuroneo. Sin embargo, tengo que decir que la labor que hacen la mayoría de las cofradías --al margen de consideraciones religiosas-- es digna de elogio, especialmente en lo referente a ayudas a colectivos necesitados, formación, y por supuesto, conservación de esculturas que tienen su espacio en las páginas de oro de la Historia del Arte. Las cofradías, que nacieron hace siglos para dar a conocer la fe a una sociedad mayoritariamente analfabeta, se han convertido en auténticas oenegés en el siglo XXI. Se estima que solo las hermandades y cofradías de la ciudad de Sevilla aportan más de 4,5 millones de euros anuales a temas de Caridad. Los hermanos hispalenses dedican aproximadamente 25.000 horas de su tiempo al año en ayudar a los demás. ¿Es criticable, censurable o suprimible esta actitud? Sin duda, no.

Sé que con esta defensa me granjeo las críticas de algún progresista de salón, pero insisto: no me refiero a los trajeados señoritos con el pelo engominado y peinado hacia atrás, sino a la gente normal que canaliza su misericordia y su esfuerzo hacia quienes lo necesitan de verdad a través de las hermandades de penitencia. Aunque sé que también las cofradías extremeñas tienen obra social, es evidente que aún no con la dimensión deseable. Creo que hay que fijarse menos en el Interés Turístico Regional o Nacional --que no deja de ser un marchamo político-- y poner el acento en ayudar a los que sufren. Ejemplos tenemos por todos lados. Refrán: ¡Aquel trueno vestido de nazareno! (A. Machado).