La labor humanitaria de la Fundación Vicente Ferrer en la India merece un reconocimiento universal como es el Nobel de la Paz. EL PERIODICO promueve esta iniciativa.

La movilización en la red para que el Premio Nobel de la Paz de este año sea para la Fundación Vicente Ferrer responde a la lógica reacción de la sociedad ante la labor desempeñada durante más de medio siglo por una organización no gubernamental de cuya ayuda directa dependen 2,5 millones de personas en Anantapur, en la región central de la India.

La campaña llega cuando Vicente Ferrer, debilitado por la enfermedad, recorre el último trecho del camino. Pero llega también cuando el respeto por el trabajo de su equipo, realizado sin desfallecer en las condiciones más difíciles, ha logrado mayor consideración, y ha atesorado el reconocimiento de todos los actores sociales. Por eso EL PERIODICO impulsa la iniciativa de solicitar el Nobel para la organización que fundó.

En un mundo condicionado por el sistema de pesas y medidas de los intereses políticos de los estados y las grandes alianzas, la Fundación Vicente Ferrer es un ejemplo de transversalidad, desinterés y combate diario por el bien común. Por encima de las barreras culturales, de los prejuicios, de la marginación que sufren los dalits (intocables), tenidos por seres sin casta y abocados a los últimos eslabones de la estratificada sociedad india, Ferrer y sus colaboradores han sembrado la cultura de la igualdad y el respeto a los seres humanos. Más allá de la dualidad extrema de la sociedad india, han puesto al alcance de los más desfavorecidos instrumentos para que superen la pobreza extrema.

Con demasiada frecuencia el Premio Nobel de la Paz ha sido la herramienta utilizada para prestigiar arreglos políticos de repercusión planetaria --el acuerdo de paz de Vietnam, el acuerdo de Camp David y otros episodios de parecidas dimensiones--, pero también con encomiable insistencia ha subrayado el esfuerzo de personas e instituciones que se han distinguido en la lucha diaria y universal en favor de los derechos humanos. La Fundación Vicente Ferrer reúne, sin duda, todas las cualidades y atributos de las grandes empresas humanitarias, silentes, discretas y eficaces, que no aspiran a otra cosa que a cumplir una función social de primer orden.

El hecho de que en muy poco tiempo más de 13.000 personas se hayan sumado en primera instancia a la campaña a través de Facebook no debe, pues, sorprender. De la misma manera que debe tenerse por cierto que la fundación disfruta del raro privilegio de carecer de adversarios y contar con el encendido elogio de cuantos conocen su trabajo.