El inconsciente colectivo está aprovechando el espantoso caso de los patronos que echaron a la basura el brazo accidentado de un inmigrante boliviano, al que tenían sin papeles y con un sueldo basura desde hacía dos años, como una especie de chivo expiatorio en el que descargar su mala conciencia por el gravísimo comportamiento social respecto una mano de obra que la crisis ha hecho innecesaria, y a la que se intenta arrojar de mil maneras, desde el acoso policial, el encierro, la expulsión directa o la limosna ofrecida al que se vaya. Además de inhumana, la actitud de los patronos valencianos fue estúpida, creyendo que al abandonar al herido cerca del hospital y prohibirle que dijera que trabajaba para ellos iban a eludir su responsabilidad. No menos necia, además de inhumana, fue la actitud de una clase patronal que importó en pocos años millones de inmigrantes, considerándoles solo una mercancía más, una mano de obra suelta, desgajada de su familia, sin derechos humanos, manipulable y desechable como una máquina.

Martín Sagrera **

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