Resulta que los Estados Unidos están al borde de la bancarrota. Lo de Grecia o Irlanda da risa si se compara con la perspectiva de que la primera economía del mundo suspenda pagos. Cuando suceda, que antes o después tiene que suceder, supondrá un hito en la historia contemporánea y el mojón que certifica que la sociedad norteamericana ha sido víctima de su imperialismo militar.

Porque la deuda de Estados Unidos no se ha generado por sus generosos planes de pensiones, o por la amplia asistencia médica, o por la protección a los desvalidos. Ni siquiera se justifica porque tenga una enorme tropa de funcionarios bien pagados. Lo que está causando la ruina de las finanzas norteamericanas es su desmedido expansionismo militar.

Barack Obama destina a gastos militares una cifra tan descomunal que es casi igual a la que gastan en armas todos los demás países del mundo juntos. Hay un aparato militar industrial que se ha hecho con el control de los resortes políticos del país y consigue año tras año consumir más de un 20% de todo el presupuesto Federal. El gobierno de Washington gasta en Defensa lo mismo que en pensiones o sanidad, y el triple que el presupuesto de educación.

Y eso sucede en una economía que es más grande que toda la zona euro y en un período histórico en el que no hay tensiones militares con ningún otro país. Ni otro riesgo que el de ataques aislados de extremistas islámicos. Si los Estados Unidos fueran un país normal, tras el 11-S habrían reforzado su seguridad interior en lugar de embarcarse en costosas aventuras militares que están suponiendo su quiebra financiera.

Hace ya cuarenta años que el político dominicano Juan Bosch publicó un libro breve pero muy revelador titulado ´El Pentagonismo´. Se trata de una obra breve pero significativa que pone de relieve que un grupo de empresas del sector armamentista se han conjurado con dirigentes políticos de ambos partidos para dar una preeminencia desmedida a los gastos militares. Su objetivo es, como siempre, ganar dinero. Para conseguirlo agitaron primero el fantasma de la amenaza soviética. Cuando el enemigo soviético se disolvió víctima de su propia ineficiencia, se inventaron el enemigo islámico. Tras el atentado del 11 de septiembre un autor francés publicó un libro que argumenta que los propios servicios secretos norteamericanos alentaron el atentado para ganar luego preeminencia con las medidas de emergencia que se adoptaron. Según los sondeos de opinión la mayoría de los franceses creen que esa teoría es correcta porque los grandes beneficiados de aquel desaguisado han sido las agencias de seguridad nacional, el Pentágono y las compañías que les suministran.

Sea cual sea el causante, sabemos el resultado. Guerras en Irak y Afganistán en las que nos hemos visto envueltos para hacer de palafreneros del Pentágono. La casta militar de Estados Unidos aprendió en la guerra de Vietnam que la sociedad norteamericana no está dispuesta a sacrificar a sus hijos. Por eso ahora tienen un ejército "profesional" es decir de mercenarios.

Los que mueren en Afganistán son en su mayoría negros o chicanos, jóvenes de familias humildes que se alistaron con el sueño de tener empleo o poder pagarse la universidad. Para lavar su conciencia la sociedad americana les paga sueldos y pensiones generosas que están costando una fortuna. Es una sociedad desigual, represiva y violenta. No hay ningún país del mundo, ninguno, que tenga tanta gente en prisión. Casi tres de cada cien americanos adultos están en prisión, un porcentaje que es diez veces mayor que el de Francia o Canadá. Por cierto que en España tenemos el mayor porcentaje de presos de toda Europa.

En lugar de educar y asistir a su población, el gobierno norteamericano alienta el militarismo. La economía entera gime bajo el peso de los gastos militares. Para compensarlo, los conservadores republicanos quieren recortar ahora gastos médicos y de ayuda social.

Como en los viejos imperios históricos, el de Estados Unidos también llega a su fin. Es una ironía que los dirigentes comunistas chinos sean hoy los que sostienen el militarismo americano con la compra masiva de su deuda pública. Quizás no han sopesado el riesgo de que los aviesos cerebros de Wall Street lo tienen todo pensado para comerse de un golpe todos los ahorros que cientos de millones de obreros chinos y japoneses han invertido en bonos norteamericanos desde hace décadas.

Lo que es seguro es que el descalabro de la deuda americana se hará sentir en todo el planeta. Es como el terremoto del siglo, no se sabe cuándo llegará, pero se sabe que es inevitable. Esperemos que no se produzca en agosto, y nos dejen disfrutar las vacaciones.