Occidente, cuna del cristianismo, de la civilización humana, de la fraternidad, de la hermandad, cuya fe consistía en creer en Cristo, Hijo Único de Dios, que adquirió nuestra naturaleza humana que unió a su divinidad, hermano nuestro, esa fe nos hizo sentirnos todos hermanos, hijos de un único Padre Todopoderoso, que es Amor y gozo, hizo posible esa sociedad nueva, más humana y habitable. Pero Occidente ha sucumbido ante los ataques del materialismo. Y los ancianos vemos la realidad y nos parece que estamos viviendo una pesadilla; ni la imaginación más calenturienta habría conseguido imaginar una situación así. Es el fin de la sociedad occidental, ha sucumbido, y la realidad y el porvenir que vemos venir, mejor dicho, que ya está aquí, será cualquier cosa menos humana y fraterna, como los mayores hemos conocido y en ella vivido. Ahora ya es difícil de imaginar, viendo los acontecimientos que estamos viviendo, que lo único que han hecho ha sido llegar al culmen de la sociedad inmoral que ya estaba establecida, digo, que parece imposible que esta sociedad sea como antes, pero tampoco que vaya a mejorar lo que estamos viviendo. Para los creyentes en Cristo, tiempos tenebrosos, pero preludio de nuestra liberación, sin embargo para otros, tiempos de esclavitud, dominados por el maligno, egoístas, soberbios, inmorales... Permanecer en estos tiempos con una fe inquebrantable, segura, recia en Cristo Jesús nuestro Dios y Salvador, solo es posible con la gracia de Dios que nos hace participar de su Vida Divina y de nuestra oración. Tenemos que mantenernos como testigos para las demás personas, ser luz y sal, que haga atrayente y deseable nuestro comportamiento, para lo cual también contamos con la ayuda de nuestra Madre celestial, la Santísima Virgen María. Que no sea inútil la Pasión y Muerte de Cristo, Él cuenta con nosotros y nosotros con su Gracia.