TLta ola de violencia y de terror que recorre el mundo está a punto de hacer desbordar los cimientos de los estados de derecho. Muchos políticos occidentales se dejan la voz diciendo que no darán su brazo a torcer frente a los ataques terroristas y, bajo la mesa, están concediendo a los criminales uno de sus más ansiados objetivos: suprimir las libertades que gozamos, en exclusiva, en Europa. Ante estas situaciones siempre está el peligroso enterado de taberna que lo solucionaría todo pegando cuatro tiros. En Gran Bretaña el vociferante de la tasca ha refinado sus formas y ya ha descerrajado ocho balas a un joven brasileño de tez morena. Primero intentaron convencernos de que estaba implicado en las bombas del metro. Después, cuando vieron que al cabo saldría a la luz su inocencia y su familia brasileña, pretendieron justificar el error. Se llamaba Jean Charles Menezes : su muerte es tan repugnante como las otras 52 de Londres, sus autores materiales e intelectuales siguen en libertad y, lo que es más grave, mucha gente inocente como Menezes podrá caer acribillada si no paramos la paranoia antiterrorista de unos estados que creen que el totalitarismo nos hará más seguros.

*Profesor y activistade los Derechos Humanos