Los atentados del martes en Casablanca y de ayer en Argel indican que la organización terrorista Al Qaeda se encuentra en plena ofensiva en el Magreb. A la actividad terrorista de los grupos salafistas de Marruecos y Argelia se han unido ahora las redes directamente vinculadas al reclutamiento de kamikazes para Irak. Es decir, estamos ante otra siniestra muestra de la globalización del terrorismo. En el caso argelino se ha hecho evidente el salto cualitativo que se ha producido en los últimos años por parte de los grupos radicales islamistas que antes elegían el degüello para acabar con sus víctimas y que ahora utilizan, como ayer, el coche bomba. Es el paso del terrorismo de origen rural al de carácter urbano con tácticas similares a las utilizadas por los insurgentes de Irak.

Y en el fondo de este conflicto siempre se contemplan los mismos problemas de crisis social, pobreza y frustración de las capas jóvenes de la población que, en situaciones extremas, optan entre la patera y los explosivos. El barrio de Casablanca, pulmón económico de Marruecos, donde se formó la célula terrorista dramáticamente disuelta el martes --tres de sus miembros se suicidaron con explosivos y otro fue abatido a tiros por la policía-- podría ser tomado como un paradigma del paisaje donde germina este terror, toda que es una suma de chabolas y vertederos de basura donde viven miles de personas sin esperanza alguna. Ese es el caldo de cultivo de los grupos que han abrazado las sanguinarias tesis de Osama bin Laden y de Ayman al Zauahiri para extender la yihad a fuerza de bombas y matanzas de inocentes.

La escalada terrorista en los países del Magreb tiene un elemento que inquieta sobremanera, porque es especialmente preocupante para España. No solo por la cercanía geográfica. También porque los grupos salafistas que operan en esos países tienen ramificaciones aquí. En este sentido, resulta pertinente recordar ahora que no es casualidad que haya conexiones entre los atentados de Casablanca del año 2003 y Madrid, en el 2004. De origen magrebí son muchos de los acusados que se sientan en el juicio que se lleva a cabo en Campamento por la masacre del 11-M y en esa misma nebulosa de grupos radicales hay que buscar las redes de reclutamiento en ciudades españolas de jóvenes dispuestos a inmolarse en Irak.

En este contexto, es lógico que los servicios de inteligencia españoles se encuentren en estado de alerta ante este terrorismo de signo muy distinto al etarra --a pesar de que algunos aún intenten desesperadamente establecer conexiones, por más que día a día, y el de ayer fue importante en este aspecto, se vayan disipando-- que ya golpeó en Madrid y que tiene en las urbes europeas objetivos permanentes. La cooperación policial de España con sus vecinos del sur es fundamental. Como lo son las políticas de ayuda al desarrollo de unas sociedades atrasadas en las que los jóvenes solo reciben el estímulo del islamismo radical.