María no sabe qué es la vida si no fuera por sus padres. La otra tarde, camino de la playa, decidió contarles que de mayor quería ser enfermera. Pero de animales. Ella creció entre ellos y, aunque ya se ha hecho mayor, su hobby es cuidarlos en una pequeña casa de campo en la que conviven bichos de distintas especies. Admiro la capacidad de ser humano de hacerse mejores cuidando a otros. En estos meses de calor, los hospitales siguen funcionando y, lejos de las olas, imagino a muchos que pasan los días deseando recuperarse de enfermedades y operaciones.

Me alegro, querido Francis , gran fotógrafo y mejor amigo, de que ya salieras de ésta. Lola estará feliz y tú, aún más. Por eso es bueno que aprendamos en estos días de calma y menos ajetreo a dedicarnos un poco más de tiempo. Hagan la prueba: un simple paseo, la terapia de una cerveza bien fría o, por qué no, esa bicicleta que aparcaron en invierno porque llovía.

Es tiempo de respirar, cada cual según su librillo, y de volar por encima del sol allá donde nos estén esperando para darnos un baño de agua y de luz. Creo que la vida se hace ahora, mientras caen las estrellas más claras en noches de verano, cuando la razón ya no se pelea con el reloj y hay cientos de minutos para disfrutar. Quizá hagan falta los tiempos muertos, los pantalones escondidos y los pelos al viento. A lo mejor se llama libertad. Hoy es viernes y les espera pronto un chapuzón. Póngase en guardia porque se trata de vivir. Como si fueran niños, como si se estuvieran entrenando para su mejor partido. De vuelta a casa, María le habló a sus padres del mar que acababa de visitar, de las olas por las que se vio saltando. Eran ella y sus delfines. Un sueño grande y mucho más. ¿Y el suyo?