WEwl compromiso de Rodríguez Zapatero de diseñar "planes de reactivación económica y social" para las comarcas extremeñas y andaluzas afectadas por las reformas europeas del aceite de oliva y el tabaco supone reconocer, de forma definitiva, que España no ha hecho bien los deberes en la última fase de la negociación agraria con el resto de países de la UE. Mientras el Gobierno español no era capaz de conseguir en Luxemburgo los objetivos que se marcó para los sectores olivarero y tabaquero, otros países mediterráneos como Francia y Portugal obtenían compensaciones y, por supuesto, los estados ricos mantenían intactos los privilegios sobre sus producciones. Es la cruda realidad.

No obstante, el hecho de que la nueva ministra, Elena Espinosa, no haya sido capaz de sacar más partido de las reformas no significa que el nuevo escenario agrícola vaya a arruinar a olivareros y tabaqueros extremeños. Nada más lejos de la realidad. En el caso del tabaco, un cultivo sobre el que los países nórdicos mantienen la sentencia de muerte, se logran mantener las subvenciones hasta el 2010 con una pérdida económica casi insignificante para los productores. En el aceite, el panorama es más preocupante, pero hay que confiar en que el Ejecutivo español sepa compensar a las pequeñas explotaciones extremeñas que perderán ingresos con la reforma. No caben catastrofismos.