WLwa ONU entra en su 60 aniversario en un estado de salud manifiestamente mejorable, y no parece que la cumbre mundial que se abrió ayer en Nueva York vaya a conseguir arreglarlo mucho. Las propuestas de cambios organizativos que se aprobarán están muy lejos de los objetivos marcados por el secretario general, Kofi Annan . Ya en 1995, con motivo del 50 aniversario, hubo un debate sobre las reformas ineludibles que quedó en nada, y en el año 2000 se pactaron los llamados objetivos del milenio, tan incumplidos como la promesa del 0,7%.

Sería un error culpar de la crisis de la ONU sólo a la política de Bush , ayer conciliador con la asamblea quizá por estar él en horas bajas. El problema es más profundo. Los estados poderosos no quieren perder su papel de intocables ni someterse al control de la mayoría internacional. Y sus dirigentes dilatan la respuesta global a problemas tan urgentes como la miseria en el Tercer Mundo, el cambio climático, la proliferación nuclear o el riesgo de conflicto entre civilizaciones, como plantean Clinton y Zapatero . Por eso, si comparamos este aniversario con las expectativas que había cuando se fundó la ONU, hay suficientes motivos para sentirse decepcionados y pesimistas.