Creí estar empezando a perder la razón y que mis neuronas se precipitaban, por tanto, a un desgaste demasiado rápido y todavía, por qué no, también inesperado, al oír a los responsables de la Educación en Extremadura decir, a finales de este curso raro y pandémico, que, como había que guardar las distancias establecidas entre los alumnos para evitar los contagios, habría, por eso, una disminución importante del profesorado para el próximo curso.

Los que somos de Letras, por regla general, cuando se nos acumulan números que multiplicar, restar, sumar y dividir, necesitamos más tiempo que los de Ciencias para poder ordenar nuestro cerebro, más filosófico y dicharachero, y comenzar a echar cuentas. Con que al oír que al comenzar el nuevo curso había que separar a los alumnos en las aulas y los centros educativos contarían con un buen puñado de profesores menos, comencé a poner en marcha mi calculadora mental y, sobre un folio, resté, multipliqué, dividí, sumé profesores, aulas, pupitres y alumnos, cambiando unas pocas de veces el orden de los factores, que siempre me habían dicho que no alteraba el producto, pero las cuentas no me salían.

Me atreví también con las combinaciones, porque no se me daban mal cuando me afanaba de estudiante. Y, aunque, las manejé bien en COU, no había manera, ahora, de dar con la combinación perfecta. No utilicé la raíz cuadrada, ni la cúbica, porque debo reconocer que no se me daban demasiado bien y pensé que, si había una solución para conseguir hacer más grupos de alumnos atendidos con menos profesores, no sería bueno que utilizara unas operaciones matemáticas de las que no era un experto, para conseguirlo.

Era difícil entender para mí que, doblando cursos, se tuviera que recortar profesorado pero, como me reconocía «regularcillo» tirando a malo, en mates, seguí buscando una posible solución que, estaba convencido, tenía que salir, a base de dar vueltas y vueltas, una y otra vez, a los dichosos números. Así que volvía... «Si somos ahora en el claustro 98 profesores y tenemos X grupos, con 10 grupos más para poder distanciar el metro y medio de seguridad entre los alumnos, a la consejería le salen 11 profesores menos». Pero, y esto ¿cómo puede ser? Siempre confiaba en que las matemáticas darían con la solución, y me asusté cuando creí ver salir humo de mi cabeza, aunque me tranquilicé al comprobar que el humo procedía de una pastilla de incienso que alguien había metido en la casita de arcilla que había comprado por Navidad.

Y ya estaba a punto de llamar a mi compañera Dña. Gracia Bejarano, excelente matemática y profesora, para pedirle ayuda, cuando las noticias de radio, televisión y periódicos dejaron caer la noticia de que la consejera de Educación y Empleo, Dña. Esther Gutiérrez, acompañada por el secretario general de Educación, Francisco Javier Amaya, había anunciado que la plantilla docente del próximo curso tendría un aumento de 614 docentes, debido a la situación excepcional provocada por la covid-19. Y, a partir de ahí, y si lo que dicen en la Prensa se cumple, aunque yo seguía siendo de Letras, las cuentas en las que mezclaba alumnos, profesores, aulas y pupitres, me empezaron a cuadrar mejor. H