WEwl Partido Popular tiene hoy, en la convención de su formación, una inmejorable ocasión para revisar o matizar su crispada política antiterrorista. El punto de arranque es, sin embargo, malo. El proyecto de resolución que se someterá a la cumbre es muy continuista. Propugna esclarecer el 11-M insistiendo en la intervención de ETA en el atentado islamista, y subraya que es señal de identidad del PP la oposición a cualquier forma de negociar el fin de la violencia, olvidando que Aznar intentó hacerlo y que en aquel momento histórico hubo predisposición a hablar de los presos etarras.

Mariano Rajoy tiene la obligación moral de dar un paso adelante y, haciendo política de Estado, separar este tema de la guerra partidista. Como líder democrático de la oposición, debe atender a la obligación moral de apoyar la política antiterrorista de quienes han sido aupados al Gobierno a través del voto mayoritario de los españoles. Y tendría que contribuir a que no prosiga la división entre las asociaciones de víctimas.

Si no atiende a eso, volver a la definición del partido como una fuerza de centro reformista, tal como se incluye de nuevo en esa resolución, no pasa de ser un autoengaño o una simulación frívola.