Un miembro de Podemos --no sé si dirigente, simpatizante o qué-- se interesó por esta frase que escribí de pasada en el artículo del pasado martes: «Podemos, que o será oposición o no será». Quería saber a qué me refería exactamente, pero como el interés iba acompañado de «tú no tienes ni idea» y de una lección sobre política, es decir, que no me dejó hablar, no parecerá mal que lo haga hoy en el periódico (que no es un «periódico facha», por cierto, del mismo modo que tampoco los que escriben en él son todos de izquierdas, dicho sea también de paso), consciente del privilegio que supone, ojo, no el contestar en el periódico, sino el poder contestar, sin más, porque el dirigente o simpatizante quería saber, sí, pero no dejaba hablar.

La frase significa lo que significa, a saber, que Podemos sólo podrá ser oposición, y si no, no será nada. Y así debió de entenderla el dirigente o simpatizante o lo que sea, ya que el modo de abordarme no fue el de quien quiere un por qué, en el sentido de por qué Podemos sólo puede ser oposición, sino el de quien quiere esputar un asco, «¿quién eres tú para hablar de Podemos?», que así fue su presentación, muy seguro de que yo era el que era, pues no echó por delante un hola, perdona, ¿eres tú...? ¡A punto estuve de decirle que, precisamente por esa actitud, Podemos solo tiene cabida en la política como oposición, porque quién va a confiar el gobierno del país a quienes se conducen así con quienes no piensan como ellos! Pero no sería verdad.

La verdad es que Podemos, por definición, ni siquiera debería ser un partido. Por definición o por condición. ¿Habrá que recordar que fue un movimiento que surgió contra el sistema, así de mayúsculo, y que se traicionaría si se convierte en sistema? Sin embargo, ya en el Congreso, que es una de las instituciones que rodeó, el trabajo de Podemos debería consistir en oponerse a todo y a todos, incluidos los ujieres. «¿Por qué?», se preguntará ahora ‘mon hypocrite lecteur, mom semblable’. Porque el mal de las instituciones es que institucionalizan, sistemáticamente. Y así no hay forma de «asaltar los cielos», claro.

* Funcionario