Poco a poco se va configurando un nuevo orden internacional. El antiguo está desapareciendo, pero el que está en gestación aún no tiene límites definidos. Sin embargo, la última imagen de Estados Unidos completamente solo en la ONU indica que el mundo se adentra en un terreno desconocido cuyas consecuencias pueden resultar muy destructivas. Es insólito que ningún país del Consejo de Seguridad saliera en defensa de Washington en su reunión de urgencia sobre la decisión de Donald Trump de reconocer Jerusalén como capital de Israel. Es también una confirmación del aislamiento al que el presidente de EEUU está llevando a su país. La repetidamente condenada decisión de Washington se une a una sarta de decisiones que dejan a EEUU fuera de los consensos internacionales. Ha arrinconado el TTIP, el polémico tratado comercial que Washington negociaba con la UE. Ha salido del acuerdo de París sobre el cambio climático. Ha abandonado la Unesco. Ha rechazado el acuerdo nuclear con Irán. Ha minado el histórico acuerdo de su país con Cuba.

Trump ha decidido hacer borrón y cuenta nueva no solo con el legado que le dejó Barack Obama. El presidente está borrando de un plumazo la historia diplomática de EEUU, desmantelando el sistema de relaciones internacionales nacido tras la segunda guerra mundial que ha reportado grandes beneficios a EEUU y que le había convertido en superpotencia que está dejando de ser.

Tanto si la decisión sobre Jerusalén responde al cumplimiento de una promesa electoral para dar satisfacción al lobi judío y a los sectores evangelistas, como si forma parte de un diseño más amplio, tal como parece ser, Estados Unidos está en manos de un irresponsable. Decir que mantiene el compromiso con el proceso de paz en Oriente Próximo es incompatible con el propio proceso. Alineándose descaradamente con Israel, Washington ha perdido la capacidad de negociador en un conflicto, por otra parte, moribundo, ya que una de las partes, personificada en Netanyahu, no tiene interés ni en alcanzar la paz ni en la solución de dos estados.

En el espacio que EEUU está abandonando se registra una creciente influencia de Rusia, que se ha convertido en imprescindible para una solución de la guerra de Siria, y de China. El futuro no parece que vaya a depararnos un mundo mejor.