TOtrganismos transparentes. Lo son las medusas que son noticia cuando llegan a las playas haciéndolas indisfrutables. Lo son los paramecios, amebas y protozoos, que no por rudimentarios en términos evolutivos, pueden resultar menos dañinos que aquellas si crecen en medios adecuados. En breve dispondremos de una Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública. El organismo seleccionado dejará de ser opaco a los ojos de aquellos a cuyo servicio se supone que está. Podremos diseccionarlo y estudiarlo con detenimiento, y responder a cuestiones como: ¿Por qué tenemos que recurrir a sindicatos, tribunales y prensa para denunciar las irregularidades que sus dirigentes permiten? ¿Por qué esos mismos empleados, dicen que no se pueden poner al teléfono o están reunidos , se muestran tan recelosos a la hora de responder a nuestras preguntas, reacios a resolver las chirriantes situaciones que su gestión genera, o adoptan la actitud de la sepia o el calamar irritado cuando alguien les incomoda en exceso con quejas o peticiones? ¿Por qué las resoluciones contencioso administrativas del DOE, aún dando la razón, jamás desagravian a los damnificados? Se agradece el esfuerzo de la Administración por demostrarnos que trabaja por y para y no contra nosotros. Un punto a favor. Lo negativo es que parece que siempre haya que obligarla, que le cuesta aceptar su propia responsabilidad en diversas materias: desde errores de cálculo como la desgravación de 400 euros o la receta electrónica hasta el mecanismo para corregir exámenes y valorar según qué méritos para asignar plazas o interinidades golosas. Habrá que darle a estos organismos una oportunidad, aunque mucho nos tememos que, hecha la ley... De eso este exiliado sabe algo, sobre todo de la especial forma de interpretar leyes de quienes se creen dueños de un cortijo antes que gestores de una empresa de la que todos somos propietarios; por desgracia, los que busquen luz y transparencia seguirán recurriendo a métodos ancestrales para demostrar un proceder de todo menos cristalino y defenderse de abusos y omisiones: ir al abogado y esperar unos lustros a una sentencia, salir a la calle con pancartas, o en los titulares de los periódicos: el tan democrático como triste, tristísimo, derecho al pataleo. Bienvenidas sean leyes como éstas. Hace falta mucha glasnost. Pero lo que más falta hace es que ellos, y sobre todo nosotros, nos lo creamos.