Mientras el PP se manifestaba en Madrid para protestar contra una sentencia del Tribunal Supremo "por la rebaja de la condena al terrorista De Juana Chaos " tal y como reza la petición cursada por la AVT, por mucho que después se haya querido maquillar la intención, Arnaldo Otegi , líder de la ilegal Batasuna, se manifestaba en La Vanguardia.

En los últimos veinte días, Otegi ha realizado dos declaraciones significativas. La primera, para proponer la creación de una autonomía política entre el País Vasco y Navarra "dentro del Estado español" siempre y cuando la propuesta fuera refrendada por los ciudadanos de ambas comunidades. La segunda, la realizada en La Vanguardia el domingo, para reconocer que "el Estado español no tiene que pagar un precio político a ETA ni a nosotros" y que "la independencia sólo se puede construir desde las vías pacíficas y democráticas, dentro de un marco donde tengan cabida todos los proyectos".

Sólo desde la ceguera política intencionada y obsesiva se puede ignorar el cambio de discurso que contienen ambas manifestaciones. Es verdad que se refiere al brutal atentado de Barajas como "un hecho", un "fenómeno coyuntural", y es verdad que no se dirige directamente a ETA para exigirle el abandono definitivo de la violencia, salvo que la frase "nadie puede plantear honradamente que la guerra y el enfrentamiento es la solución" sea un mensaje críptico a la dirección de la banda terrorista.

Pero es evidente que cambia el lenguaje, se aceptan los términos de la Constitución, incluso los procedimientos que los padres de la carta magna, poco sospechosos de actuar como correa de transmisión de ETA, ya establecieron en la disposición transitoria cuarta de la Constitución para una eventual unión entre Navarra y el País Vasco. Dado que la Ley de Partidos, de la que todo el mundo habla pero parece que no todos han leído, no persigue ideas sino los medios ilícitos para conquistarlas, si Otegi fuera un ciudadano anónimo dispuesto a lanzarse a la vida pública y presentase una opción política urdida con estos mimbres nadie podría ponerle una pega.

El problema de Otegi y de su formación es que ya los conocemos. El problema de Batasuna es que es ilegal precisamente por servir desde la política a los fines de ETA y por pertenecer a su compleja estructura. Por eso a Batasuna se le exige algo más, que condene la violencia y se desmarque definitiva y explícitamente de la banda terrorista.

Como Batasuna ha estado siempre en la retaguardia de los que ponen las bombas, si ahora Otegi, además de aparecer en La Vanguardia, quiere liderar de verdad la vanguardia de un mundo que quiere desmarcarse del crimen como arma política, lo tiene que hacer de manera más explícita, condenando la violencia y exigiendo a la matriz que abandone definitivamente las armas. Entonces el Gobierno podría retomar el proceso abortado por el atentado de Barajas y entonces podríamos saber si la generosidad a la que estaba dispuesto el PP cuando gobernaba sigue vigente o ha caducado. Y el resto de los ciudadanos tendremos que contener el vómito, como lo hicimos cuando la democracia acogió en su seno a quienes habían apoyado o pertenecido a las estructuras de un régimen que dinamitó las libertades y sostuvo una larga dictadura impuesta también con sangre. Una dictadura que, por cierto, algunos aún no han condenado. Y ahí están.

*Periodista