Las hojas del otoño recuerdan las pérdidas, nos transportan a otros tiempos mejores, cuando el dolor no existía y el miedo era un enemigo fácil. Los otoños son melancolía a borbotones, imágenes que aún perduran en la retina como si fueran de ayer. Como si ayer fuera siempre. Cuando comprábamos en El Candado, en los infinitos mostradores de La Giralda o cambiábamos monedas en el Banco de España, todo en La Soledad, donde la Patrona sigue viendo el tiempo pasar y a los fieles persignarse durante unos minutos frente a su imagen. Peysan en la calle de la sal, los churros en Zapatería, el bullicio de San Juan con Espada, el Globo o Campano, los dulces de Pascual Alba, La Argentina, Texas -un poco más lejos- o aún en pie La Cubana, donde los mexicanos, los bollos de leche o las ensaimadas. Galerías Preciados y su escalera mecánica, Simago, donde Jorge empezó de zapatero, Delma y sus perritos calientes, los bocadillos de calamares de Los corales, el Pichi y las macetas de ya se sabe, la barbería de las de antes en San Juan, La Alianza y Carlos Doncel para los libros e Ítaca para los discos, los juguetes en Las tres campanas, los libros de texto en la Diocesana, misa con Don Apolonio en la Policía Armada, la boca del lobo en Castelar, la Ser y el Anzuelo de oro, la Cope cuando era Radio Popular, las colas en la Mercería de Manolo, la mujer que vendía tabaco en la esquina del Santander y que se la llevó al riada, La Marina con Toto Estirado cambiando cuadros por cañas, el Chipén, los Arbaiza, Pinna, Celdrán, Alfonso o Poblador en el Portugués. Un día llegó la discoteca Charlot y se llevó por delante el Cinema España, antes Royalty; otro, un bingo cambió cartones por películas; otro más, Zara sustituyó al Menacho. Y llegó Pryca con sus kilos de langostinos a precio bajo, y el cuartel que se fue y el lejío de los chinatos y la carpa de viernes de carnaval y el Punto cero y el Candas, el video club extremeño y, claro, El corte Inglés. Fue el final de una época, por cierto, en otoño, para el inicio de otra. Casi, casi en otoño, llegó el Faro, aunque fue en verano. Pero, en otoño, en los otoños de Badajoz hemos conocido la tragedia y hemos vuelto a salir de la nada. Badajoz es la suma de todos sus recuerdos, el recuerdo de los que se fueron, un paseo por el Guadiana o la Plaza Alta y esperar que diciembre vuelva con renovadas esperanzas.