Se han conocido hace poco el numero de parados en España, que se ha analizado de modo optimista: «A niveles del 2008», dicen. Con peores sueldos, claro. Pero nadie ha hablado de otra lectura que estas cifras tienen. La tasa de desempleo es un termómetro estatal que pretende decir cuántas personas es capaz de absorber el sistema en su propio funcionamiento. No solo el trabajo es más precario que en el 2008, sino que esta estadística está trucada, pues no se están contando todos los que salieron de España, la llamada generación perdida. Se estima que hay 2,5 millones de españoles fuera (me gustaría saber quién por gusto y quién por que no tenía otra opción). Con estos últimos se ha roto el contrato social. La tasa de desempleo puede bajar de dos formas: porque exista más trabajo o porque desaparezcan los demandantes de empleo. Creo que nos encontramos entre esos dos casos: la desaparición de los demandantes y el hastío de los que no se van del país que, sin fe en el sistema público de empleo, se olvidan de renovar su cartón. ¿Por qué van a renovarlo si apenas hay ofertas? Si la mayoría de ofertas están en webs privadas de empleo que acaban con la paciencia de los demandantes, en un ejercicio que pone a prueba la autoestima y la ilusión. Quizás la solución pase, si de verdad queremos que la gente se apunte al paro, por obligar a que toda oferta de trabajo esté publicada siempre en el servicio público de empleo, al menos. Y luego, además, en una privada. Pero claro, un servicio eficiente público de empleo reflejaría verdaderamente el número de demandantes que existen, que, con toda seguridad, será mayor al que dicen. ¿Y qué político desea eso?