Es terrible que una familia te explique que renuncia a adoptar un niño en China porque lleva ya esperando tres años y aún le quedan otros dos o tres de espera. Es decepcionante que otros te cuenten que, tras superar entrevistas e informes y conseguir el expediente que los certifica como aptos e idóneos, ya no pueden adoptar en un país porque han cambiado las leyes y ahora no cumplen los requisitos, por lo que deben renunciar.

Muchas han sido las personas que me han revelado sus frustraciones familiares por lo complicadas que se han puesto las adopciones. Sin embargo, un amigo mío no tiró la toalla y encontró una vía que quizá pocos conozcan: a él y a su mujer les han negado la adopción directa, pero tienen la oportunidad de adoptar un embrión. Al parecer, muchas familias que se han sometido a fecundación asistida o in vitro utilizan alguno de los óvulos fecundados, dejando otros congelados y guardados. Estos óvulos fecundados pueden quedar a merced de la ciencia o de una posible donación, y serán eliminados tras pasar cinco años. Pues mi amigo y su mujer han adoptado dos de esos óvulos fecundados, que le han sido implantados a ella en una sencilla intervención, y se ha quedado embarazada.

El coste del proceso es menor que el de una adopción internacional: no hay que mantener entrevistas con psicólogos ni asistentes sociales, ni enseñar la casa, ni viajar. El objeto de esta carta es dar a conocer otra posibilidad de adopción, una oportunidad más de ser padres.

Javier Jordán Trias **

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