Las elecciones legislativas celebradas el miércoles en el Ulster han confirmado la preferencia de las comunidades católica y protestante por las opciones radicales, lo que obliga a un acuerdo de gobierno entre ambas. La victoria del Partido Democrático del Ulster, del reverendo Ian Paisley, por delante del Sinn Féin, del católico Gerry Adams, descarta cualquier opción diferente a la colaboración de los dos grandes. Las formaciones moderadas de ambas comunidades, como sucedió en 2003, han quedado tan por detrás que apenas pueden aspirar a otra cosa que no sea tender puentes entre adversarios acérrimos. Las legislativas de hace cuatro años no sirvieron para desatascar el proceso y, como ha dicho Adams, si en las próximas semanas sucede lo mismo, la alternativa no será otra que liquidar las esperanzas abiertas por el acuerdo del Viernes Santo de 1998. No se trata de una exageración, y el reverendo Paisley, más allá de la retórica partidista, es igualmente consciente de que la alternativa al Gobierno compartido no es solo la Administración directa de Londres, que le molesta poco, sino también el riesgo de que se reactive la violencia. Nadie espera que los enemigos históricos se presten a un remedo del abrazo de Bergara, pero la ejemplaridad del proceso de pacificación norirlandés no se habrá completado hasta que los ciclos electorales y de Gobierno se sucedan sin necesidad de que el Ejecutivo británico tome cartas en el asunto. Hasta la fecha, esta normalidad política no ha sido posible, pero el Parlamento salido de las urnas tiene la oportunidad de concretarla antes de que los nostálgicos de la violencia se adueñen de nuevo del escenario.