El último intento de Pablo Iglesias para convencer a Pedro Sánchez de formar Gobierno entre ambos y evitar así la repetición de elecciones -¿repetición temida solo por Iglesias?- se producía el jueves a través de una llamada telefónica que duró diez minutos y que parece haber servido únicamente para confirmar que la relación entre Sánchez e Iglesias no da para más. Primero, porque Sánchez no olvida que la oferta inicial de gobierno ofrecida a Iglesias -una vicepresidencia y tres ministerios- fue rechazada despectivamente: «Pedimos el cuarto de invitados y nos dan la caseta del perro», dijo entonces Iglesias. Y en segundo, porque Iglesias considera una traición el hecho de que Sánchez, desde la investidura fallida de julio, no haya vuelto a llamarle para recuperar las negociaciones, cuando para él está claro quién debe llamar en estos casos: el candidato. ¿O es que acaso Sánchez no quiere negociar más con Iglesias?

Esto último es lo primero que debería haber entendido Iglesias cuando en la investidura de julio se abstuvo en las dos vueltas, pensando que así presionaba a Sánchez para que cediera en las negociaciones de septiembre. Una torpeza. En septiembre no solo no ha habido negociaciones sino que Iglesias, además, ha tenido que reconocer que hoy aceptaría incluso una propuesta de coalición inferior a la que Sánchez le ofreció en julio, es decir, una vicepresidencia y los ministerios de Sanidad, Vivienda e Igualdad. (Mendigar se llama esa figura.) Ayer empezó el rey otra nueva ronda de consultas, la cual en nada afecta a posibles compromisos posteriores entre ambos dirigentes, evidentemente, pero lo cierto es que la llamada telefónica de Iglesias el jueves, además de haber sido un intento inútil por llegar a un acuerdo con Sánchez (demasiado tarde), ha puesto de manifiesto la indiferencia de Sánchez hacia Iglesias, que en la última sesión del Congreso ni le miraba.

Para Sánchez, hay que recordarlo, Iglesias fue en un principio el principal escollo para formar Gobierno. Pues bien, a partir de ahora será también el responsable de la repetición de elecciones. Y el que más pierda.

* Funcionario