A estas alturas --33 años de democracia-- todos sabemos que la palabra demagogia significa "degeneración de la democracia", y que la demagogia está presente en demasiadas ocasiones entre la clase política, lo que supone una clara falta de respeto a la ciudadanía.

Es lo que va a ocurrir con la recuperación del impuesto sobre el patrimonio. Que la ciudadanía se lo va a tragar ignorando que lo va a pagar muy poca gente, ya que, en España hay, aproximadamente, un millón doscientos mil ricos (alrededor del 6% de los hogares, que, dicho sea de paso, poseen la friolera de más de 1,4 billones de euros) y sólo van a hacer frente al impuesto unos cien mil, mal contados (en Extremadura, seiscientos de un total de diez mil, lo que significa que nueve mil cuatrocientos se van a dedicar a reír la gracia). Y, valga como anécdota que, seguramente, dos de los más ricos del país, Emilio Botín y Amancio Ortega, no tienen obligación de pagarlo- si siguen leyendo, más adelante comprenderán porqué.

Los ricos disponen de una serie de vías de escape que hacen imposible al fisco lograr su tributación. Vías totalmente legales (pero inmorales) que no son sino prebendas concedidas por la política al capital. Las famosas SICAV, las fundaciones, las sociedades patrimoniales, empresas, paraísos fiscales. O no vivir aquí- aparentemente. Decir que se tiene la residencia en Andorra, Mónaco, o cualquier otro sitio pero vivir la mayor parte del año aquí. Muy propio de deportistas famosos que se llenan de muñequeras con los colores nacionales pero que no quieren pagar nada en su país- y de algunos empresarios y otros especímenes semejantes.

Así pues, esto de recuperar el impuesto de patrimonio no es otra cosa que una mera pantomima para contentar ignorantes. Por todo lo dicho, los políticos debieran tener conciencia de que engañar a alguien es cosa de mala gente, de malvados, demagogia oportunista; y que engañar a los pobres --lo que se está haciendo ahora con el déficit y con el impuesto de patrimonio-- es mucho más que eso, es cosa de corrompidos, demagogia del alacrán .

Angel Morillo Triviño **

Castuera