Ha vuelto a suceder: dos meses después de que decenas de miles de extremeños --los que viven en la provincia de Badajoz y parte de los de Cáceres-- se quedaran sin comunicación telefónica, ni fija ni móvil, ni conexión a internet, el corte de dos cables de fibra óptica volvió a dejar ayer incomunicados, por espacio de más de tres horas, más de 900.000 terminales, entre teléfonos fijos, móviles y líneas de RDSI y ADSL para conexión de internet.

Lo sucedido es un casi un calco de la primera avería de los días 18 y 19 de octubre: también en aquella ocasión unas máquinas pesadas que trabajan en obras de canalización en la provincia de Sevilla se llevaron por delante dos cables de fibra óptica que inutilizaron la comunicación. En octubre, Enrique Bonet, director de Telefónica en Extremadura, a cuya compañía pertenecen las líneas cortadas y las comunicaciones interrumpidas (si bien los usuarios de Orange también las sufrieron) habló de una aciaga y rara circunstancia. Pues bien, lo raro ha vuelto a ocurrir apenas 60 días más tarde. Y si entonces los trastornos causados a miles de personas, además de la sensación de vulnerabilidad general, son de difícil cuantificación, los de ayer podrían ser mayores porque mayor es el número de terminales desconectados. Y la actividad industrial y de servicios de estos días navideños también es más grande que en octubre y, por tanto, mayores pueden ser las pérdidas económicas.

Telefónica, entonces y ahora, carga la responsabilidad sobre las empresas de las obras donde se ha producido la avería. Sin ponerlo en duda --aunque un jefe de una de las compañías aludidas dice desconocer que su empresa haya provocado ninguna avería en el teléfono--, el comportamiento de la compañía ayer fue distinto que entonces: en octubre su responsable regional ofreció una rueda de prensa en la que explicó lo sucedido. La información difundida ahora no ha sido la misma porque nadie ha salido a dar la cara. Una mala estrategia que lo único que hace es encrespar más los ánimos de unos usuarios que se sienten maltratados por una compañía con pingües beneficios y que les cobra puntualmente las facturas.

Las empresa telefónicas, como las que suministran otros servicios esenciales para la vida ciudadana, parecen no darse cuenta de que no son compañías al uso. A las que gestionan servicios como los de las comunicaciones no les debería bastar con disponer de una sola línea alternativa por si les falla la primera. En este aspecto deberían ser como los hospitales, que tienen que tener asegurado, en cualquier circunstancia, el suministro eléctrico porque de ello puede depender la vida de un enfermo. Con las de telefonía debería pasar lo mismo. Ayer, el primero en dar la voz de alarma ante la avería fue el Servicio de Emergencias 112. Hizo bien. ¿Qué hubiera ocurrido si, debido a la interrupción del teléfono, una o varias personas no pueden ser atendidas con la premura que necesitaban para salvar su vida? Que arde Troya. Pues bien, esa eventualidad es infinitamente más factible que se rompan al mismo tiempo la línea titular y la de reserva que da comunicación a miles de ciudadanos y de empresas dos veces en dos meses. Y eso, como han sufrido muchos extremeños, ha ocurrido. Ayer, la última vez.