El 21 de enero de 2016, un Rajoy aislado en la Moncloa, «con la agenda muy libre» y en graves apuros para ser investido, quedaba con quien él creía Puigdemont para una próxima reunión. Tal entrevista nunca tuvo lugar pues no hablaba con el mandatario catalán sino con unos humoristas, pero aquello sirvió para constatar que el presidente, lejos de gritar «!mariconsón!» a lo Fidel, deseaba el diálogo.

Muchísimo ha llovido desde entonces y no solo en sentido metafórico, pero no lo suficiente para que todas las trolas de la posverdad consigan cambiar la realidad. Durante meses y meses, los responsables de la Generalitat, comandados por Puigdemont, Junqueras, Forcadell, Rovira, y demás compañeros ahora en prisión o huidos, transitaron el camino que les conduciría tarde o temprano a donde ahora se encuentran. Se negaron a dialogar con el gobierno central, menospreciaron sus invitaciones a las conferencias de presidentes autonómicos, retorcieron sus propios reglamentos, desoyeron a sus letrados, promovieron una consulta ilegal previendo la violencia posterior, se rieron del Constitucional y proclamaron una república, acto breve pero rebelde.

«¡No liquiden sus instituciones!», clamaba Rajoy, mientras el hoy inquilino de la cárcel de Neumünster espetaba prepotente «damos miedo y más miedo que daremos». Llevaban años gobernando solo para los catalanes que pensaban como ellos y lo que ellos creían astucia no era sino menosprecio al Estado. Ahora enrabietados y víctimas del mismo síndrome de impunidad de su líder, el «putu amo», salen a la calle, prenden fuego a contenedores, amenazan las delegaciones del gobierno, atacan a los mossos, señalan a los familiares de los magistrados, insultan a España, llaman nazi a Alemania y demuestran el verdadero rostro de lo que nunca fue ninguna rebelión de las sonrisas.

Mientras, Torrent y demás caterva emprenden de el camino a la perdición, sin reparar en que tal como dijo Einstein «no hay nada que sea un signo más claro de demencia que hacer algo una y otra vez y esperar que los resultados sean diferentes».