WEwl asesinato el 19 de noviembre en la ciudad de Hadiza de 24 civiles iraquís, entre ellos mujeres y niños, a manos de un grupo de marines de Estados Unidos, ha neutralizado el eventual efecto positivo que sobre la opinión pública hubiese podido tener el reconocimiento por parte del presidente Bush del escandaloso comportamiento de los soldados en la cárcel de Abú Graib. A ello hay que añadir que ahora, como entonces, ha sido la prensa liberal la que ha hecho posible que se conozca la matanza, y no el celo informativo del Gobierno. Con ser esto grave, no es lo peor. Resulta aún más preocupante que este nuevo episodio venga a confirmar la sospecha muy extendida de que una parte de las fuerzas norteamericanas, de forma tristemente parecida a como sucedió en Vietnam, actúan fuera de control, protegidas por la connivencia cuando no el silencio de sus superiores.

Seguramente, una parte no pequeña de la responsabilidad por la violación de los derechos humanos en Irak desde la caída de Sadam corresponde a quienes se han dedicado a denigrar la Convención de Ginebra y las leyes de la guerra. Los hechos demuestran que la alternativa a estas viejas normas son la venganza y la ley de la selva.