Lo que sucedió ayer en Bruselas, un pacto a 26 con el único descuelgue del Reino Unido, no puede extrañar a nadie. Es más, lo sorprendente es que el aislamiento de Gran Bretaña no se hubiera producido antes, en las múltiples ocasiones en que la Unión Europea (UE), y antes la Comunidad Económica Europea, cedió a las exigencias británicas aceptando numerosas cláusulas de exclusión en los pactos, de los que Londres de beneficiaba, pero sin someterse a lo que no le interesaba. Ese chantaje --David Cameron quería que su país se librara de las regulaciones financieras-- se dio ayer por clausurado, y de ello debemos felicitarnos, porque quien queda en inferioridad de oportunidades es el Reino Unido, no Europa. El acuerdo consagra oficialmente las dos velocidades, pero, no nos engañemos, estas ya existían con el euro (17 dentro, 10 fuera) y con la libre circulación fijada en Schengen, de la que algunos países (también Gran Bretaña) están excluidos.

El pacto fiscal a 26 es un avance hacia la integración presupuestaria y hacia la política económica común. El acuerdo recoge prácticamente todos los puntos contenidos en la propuesta de Angela Merkel y Nicolas Sarkozy. Puede decirse que es un triunfo de Alemania en toda regla porque Francia ya se había rendido antes a las exigencias de Berlín. Así, habrá regla de oro en las constituciones de todos los países, sanciones automáticas en caso de superar el déficit del 3% del PIB, lo que comportará un programa de ajustes supervisado por la Comisión y el Consejo Europeo, y control comunitario de los presupuestos nacionales, entre otras medidas.

La UE y la Eurozona dejan claro también que los bancos privados no pagarán más la crisis de la deuda, una medida bienintencionada, pero a la postre un error reconocido por Merkel. Lo más criticable del pacto son los escasos avances en el fondo de rescate y en el papel del Banco Central Europeo (BCE). Por la oposición alemana, ni se amplía la cuantía de 500.000 millones del fondo de rescate estable (solo se comparte un año con el provisional), que no podrá tampoco actuar como un banco, ni habrá emisión de eurobonos. La única iniciativa de Mariano Rajoy, que España pudiera bloquear las decisiones del fondo estable, tampoco ha prosperado.

En este escenario, lo verdaderamente importante es que la UE ha logrado unir a todos sus Estados miembros excepto el euroescéptico Reino Unido en torno a un mismo objetivo: salvar el euro y corregir el pecado original de la unión monetaria, aunque el pacto fiscal sellado suponga para unos un hito y otros crean que el acuerdo flojea en el flanco financiero. Lógicamente, las bolsas reaccionaron con subidas generalizadas al acuerdo entre los países de la eurozona, a los que se sumarán probablemente otros nueve estados que no comparten la moneda común: Bulgaria, Dinamarca, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa y Suecia. Comienza pues una nueva etapa para la vieja Europa.