Es sabido que las semillas del ‘Cuminum cyminum’ -el comino de nuestras cocinas familiares- son muy pequeñas. Pero sus aceites esenciales las hacen especialmente olorosas y sabrosas como especia. Tanto es así que si te excedes un poco al añadirlas a un guiso, puedes arruinar el resultado final. Con este aderezo ocurre como con las siete y media del vengativo don Mendo que «...o te pasas o no llegas; y el no llegar da dolor, pues indica que mal tasas y eres del otro deudor. Mas ¡ay de ti si te pasas! ¡Si te pasas es peor!». Si te pasas, lo pierdes todo y te encuentras con un estofado incomestible o una sopa acre e intragable.

Acostumbraban los historiadores a bautizar los períodos históricos con algún adjetivo o referencia sonora: la guerra de las Naranjas, la Década Ominosa, el Sexenio Revolucionario, la Transición... Obviamente, nuestro momento actual será en su día otro período de la historia de España que requerirá su estudio y comprensión por los historiadores que nos continúen. Un servidor, con toda la modestia del mundo y para ahorrar algo de trabajo a mis colegas del futuro, propone desde ahora mismo que este período se encuadre con la denominación de «El Bienio de los Pactos del Comino».

Vamos a explicarnos. En primer lugar, está lo del bienio: perdónenme que sea un agorero, pero es que este período se inició el año pasado con el Gobierno Provisional Sancheño y, a la luz de lo que se avecina, no creo que perdure más allá del nuevo año que hace poco hemos estrenado, es decir, que se extenderá escasamente por un par de años.

Lo de los pactos está claro y confuso al mismo tiempo. Es evidente que lo fundamental de esta etapa ha sido el arreglo de tres acuerdos relevantes e imprescindibles para que los provisionales pasasen a ser numerarios con plaza. Pero la parte menos clara de dichos pactos ha sido la de con qué fines se han redactado. Conviene recordar que un pacto, una transacción, como aquella de facilitar la Transición, es un acuerdo entre partes, dos o más, que quedan obligadas a cumplir lo acordado. Y, aunque parezca una obviedad, los pactos se formalizan porque las partes esperan obtener algún beneficio o evitar un daño, que es una variante del beneficio. Han sido en realidad tres pactos encerrados en uno solo, como esa trilogía teológica de difícil comprensión de la Iglesia Católica, o un solo pacto con tres ángulos, como todo triángulo que se precie: el del PSOE con ERC, con Podemos y con el PNV. Pues bien, una de las partes ha obtenido de la suma de estos pactos la vía libre para llegar a la Moncloa. Eso es indiscutible. Pero ¿alguno de ustedes tienen claro qué obtienen del acuerdo los otros tres firmantes? Yo no, aunque tengo mis barruntos.

Y ahora viene lo del comino. En realidad propongo su nombre para este periodo no tanto por el sincerísimo mensaje de la enardecida señora Bassa, sino porque es el comino como una representación antonomásica de las especias, como su prototipo en las cocinas mediterráneas. Las especias potencian, pero también disimulan los sabores, endulzan las acritudes, mejoran las texturas, esconden o anulan los sabores amargos, realzan las frescuras de los vegetales, etc, etc. Y Pedro Sánchez ha hecho un ejercicio de alquimia especiera maravillosa. ¿Cómo disimular aquel insomnio que le produciría cohabitar en la Moncloa con Pablo? Pues a base de una intensa menta que seguro añadirá al café del desayuno. ¿Qué orégano y tomillo de primerísima calidad habrá tenido que añadir al pacto con ERC para disimular esa tendencia de los Errecianos a importarles un comino esta España bendita? Seguramente, unas arrobas. Y sobre todo, ¿cuántos sacos de canela y vainilla no habrán tenido que añadir la mentada señora Bassa y sus compañeros para endulzarle a sus votantes este arreglo con la España centralista, opresora, que les roba y que, encima, encarcela a sus líderes, total por una secesioncilla de nada?

En fin, los Pactos del Comino.

*Catedrático de instituto jubilado.