A mí es que me pierde la ficción, qué quieren que les diga. Ya quisiera yo que me gustaran los ensayos, los tratados, o las sesudas disquisiciones de los intelectuales de moda. O una biografía documentada o incluso una autobiografía desmemoriada, pero no.

Yo me pierdo por una buena historia, con su planteamiento, nudo y desenlace, su comienzo abrupto, o su final abierto, cerrado o en composición anular. No le pongo pegas siempre que esté bien hecha.

Tengo buena boca para las novelas, los cuentos, las fábulas... todo aquello que puede salir de una mente dedicada a la invención.

Una vez que el autor ha conseguido crear un pacto ficcional y una atmósfera coherente con lo narrado, me da igual que me hablen de sanatorios en las montañas, niños que dejan su pueblo para estudiar fuera, anillos perdidos o adúlteras a punto de perder la cabeza.

Tengo mis preferencias, como todos. Y con la edad me voy volviendo más exigente. No todo me vale como plato único, ni leo lo mismo en invierno que en verano, mientras vigilo que mi hijo pequeño no se ahogue en la piscina.

Para esos ratos de lectura sobresaltada puedo elegir una trama a la que pueda volver una y otra vez sin perderme. Algo que no suponga reflexión ni concentración, al contrario que lo que leo cuando la casa está en calma, las habitaciones, dormidas, y las páginas llaman al disfrute lento de oraciones casi encuadernadas.

Pero siempre ficción, es un defecto como otro cualquiera. A veces me da igual el género e intercalo la lectura de poemas con inmersiones en tragedias o comedias de las que nunca se sale indemne.

Tampoco de la poesía se vuelve sin rasguños. Son riesgos que se tienen que correr. Por eso tienes que ver series, me habían recomendado algunos amigos. Es la literatura del mañana.

Los guionistas son los nuevos clásicos, decían. Y juro que a eso había pensado dedicarme este verano. A ponerme al día para poder hablar sobre Juego de tronos, ya tan antigua. O Mad Men, casi prehistoria. Pero entre libro y libro, también suelo leer la prensa. Dos o tres periódicos diarios. Y eso me ha matado.

Al lado de las primarias del PP o los desvaríos de Trump, los brazos levantados del Valle de los Caídos y la estulticia del nacionalismo, cualquier lucha de poder medieval se queda en nada. Voy a dejar las series para otro verano. Con esta trama de traiciones, ejércitos del pasado y damas de hierro, a quién va a interesarle la ficción. Qué quieren que les diga.