Hace varios meses que los numerosos y poco eficaces planes anticrisis han sido sustituidos por la fiebre de los pactos: económico y social, educativo, pensiones, reforma laboral, pactos de ámbito estatal, autonómico, local etc. Hay una confluencia multimediática sobre el asunto.¡Parece que en los pactos estaría la salvación! No obstante el consenso multimediático, los argumentos para defender la necesidad de los pactos son de muy corto alcance, apenas van mas allá del consabido "arrimar todos el hombro" y la bondad o eficacia de los pactos para invertir las tendencias negativas de la crisis es una pura suposición sin fundamento.

Si el Gobierno no fuera capaz de sacar los presupuestos adelante, o repetidamente perdiera votaciones en el Parlamento quedando siempre en minoría, en definitiva, si no pudiera gobernar, sería necesario un pacto con otras fuerzas políticas o convocar elecciones anticipadas. Pero hasta ahora, el Gobierno no ha tenido ninguna de esas dificultades, no ha perdido ninguna votación en el parlamento con lo que la supuesta necesidad queda en entredicho.

Entonces, por qué la insistencia empecinada en los pactos? Simplemente porque se ha asumido que estamos instalados en la crisis, porque el gobierno de ZP, habiendo agotado todas sus recetas con resultados más que escasos no se atreve a gobernar y tiene que cambiar de estrategia. Ofreciendo y en cierto modo exigiendo el pacto político-económico reconoce su incapacidad para sacar al país de esta situación pero diluye la responsabilidad de la situación entre todos, lo cual le permite esperar frenando el desgaste.

Si pasado un tiempo, sale bien o al menos se invierten las tendencias, ¡eureka! Habrán salvado la piel porque ya se encargarían de recordarnos quién tuvo la iniciativa generosa de promover el pacto. Si pasado un tiempo (este tiempo siempre es el que falta hasta las próximas elecciones) no ha habido, como todo parece indicar, resultados apreciables, es el fracaso de todos y los efectos electorales se repartirán entre la abstención y pequeñas variaciones que no cambiarían el mapa político.¡Bravo por los estrategas! Han ganado la batalla sin pegar un tiro ni sufrir bajas.

El otro "gran socio" del pacto es el PP que también tiene su estrategia y no le salen las cuentas. No tiene claro si le conviene pactar o seguir acosando a ZP y dejar que la crisis y sus efectos sigan desgastando al gobierno.

Por un lado, dejar que la crisis siga erosionando al PSOE tiene sus riesgos. Todavía falta mucho tiempo para las elecciones, el acoso sería un sprint muy largo y cualquier pequeño indicio como que el paro baje unas centésimas o el PIB suba una décima daría pie al campanario mediático para anunciar por enésima vez el fin de la crisis.

Por otro lado, si no pactan, sabiendo que su aparato mediático es más débil, ante la opinión pública/publicada/creada, pueden quedar como culpables de que no salgamos de la crisis porque ellos no han colaborado, porque no han "arrimado el hombro". Y si pactan no rentabilizan el dudoso éxito del pacto, que se lo apuntaría el Gobierno; ni el fracaso, porque no sería el fracaso del Gobierno sino de todos. Difícil dilema, de ahí sus dudas y sus contradicciones.

Otros socios importantes del pacto son los sindicatos y la patronal, pero sabemos que en estos momentos su papel es subalterno. Los sindicatos no quieren contribuir al conflicto social. Es verdad como dijo Fernández Toxo que en la Huelga General no hay empleos pero su comprensible deseo de no facilitar una eventual llegada del PP les mantiene casi como simples espectadores de una situación que requiere actores protagonistas.

En cuanto a los empresarios, con un presidente impresentable, que es la encarnación de lo que no debe ser un empresario, están ofreciendo una imagen poco lucida. Solo quieren reducir costos y medidas de flexibilidad que nos pondrían por detrás de Grecia y Portugal.

Izquierda Unida viene predicando, casi en el desierto, que frente a esta crisis hace falta mas izquierda y que no se pueden aplicar las mismas recetas (más o menos cargadas de especias) que provocaron la grave indigestión que sufre el sistema económico-financiero. Los hechos parecen darle la razón pero atrapada entre su soledad mediática y la tenaza de una ley electoral injusta, podría, pero tiene muy difícil ser el tercer elemento que rompa el equilibrio bipartidista y las estrategias de los dos grandes.

Ya hay cansancio, hartura de crisis. Se ha instalado entre nosotros y lo malo es que ya sólo molesta a las víctimas directas. El Gobierno y el principal partido de la oposición con la mente puesta en 2012, solo esperan a que escampe y con el ruido de pactos intentan descolocar al otro para que le pille la tormenta. Los ciudadanos no esperan nada; están desilusionados con uno y desconfían del otro. A la intemperie, capean el temporal como pueden. (*) El autor es coordinador general de IU-Extremadura