Escritor

Hay todavía unos pilares fundamentales de la paternidad que se mantienen gloriosos sobre los sacos terreros de la existencia. Todavía quedan padres que se suben al minarete a ver llegar a los hijos pródigos y/o simplemente viajeros que marchan de casa por circunstancias de la vida. Este padre es el que no ha arriado bandera y ejerce o cree ejercer todavía como al tontito que se le engaña con las tizas de colores, que en mis tiempos era una meta poseerlas. Este padre tiene una fecha fundamental, que es la Navidad. La Navidad se acerca y en casa hace recuentos de festivos. Está su santa esposa, que está firme bajo los luceros y está su suegra, a la que él le lleva la contabilidad de la docena de pastillas que tiene que tomar si no quiere sucumbir. Si no fuera por él, la buena señora ni Dios sabría las pastillas que tomaría, pero con el vigilante, la pastilla está presta al instante. Pues decía yo que la Navidad pone a prueba a este tipo de seres que son capaces de observar el tiempo que una gota de agua llena un recipiente abierto, como llevar un radar para observar el movimiento de la familia a cualquier hora. Pero de pronto salta una sorpresa. Llega una carta de Manolita que está en Londres de enfermera que no podrá venir en Navidad. Es en ese momento que el felino padre, salta como un puma con la llegada de la noticia:

--Ya os lo avisé. Si Manolita se iba a Londres a trabajar la Navidad corría cierto peligro. He aquí la prueba. Pues que quede claro, y lo digo urbi et orbe: si Manolita no está en la cena de Navidad, conmigo no contéis para los brindis. Yo no puedo brindar con una hija en Londres.

Es algo superior a sus fuerzas. Hay un gesto de sombría impotencia, de intento de arrancarse los ojos (gesto edípico) de dolor precordial falso, pero muy intenso lo que le obliga a estar rodeado por la familia los domingos, sobre todo si pierde el Bar§a; pero sólo un recuerdo de cualquiera que anuncie que Manolita está al otro lado de las ondas telefónicas le hace cambiar de semblante y de gestos duros y despreciativos, pasa a voces almibaradas y susurros nocherniegos.

Este sí que es un padre, y a ti te encontré en la calle. Pues Saponi es así pero con la Virgen de la Montaña.