TUtn día fiché a Brad Pitt y Angelina Jolie para hablar de las adopciones en uno de mis artículos, publicado el 23 de julio de 2006. Fue después de haber leído en el Periódico que ambos actores habían decidido adoptar su cuarto hijo, como el que decide ir al cine o comerse un pastel, así de sencillo. Imaginé a Brad: "Oye Angelina, ¿qué te parece si adoptamos otro niño?". "Fenomenal Brad, yo ya lo había pensado, pero se me había olvidado decírtelo". La noticia terminaba con la frase: "La pareja de actores aún no ha decidido de qué país será el niño". Me imaginé a Angelina: "¿Cómo lo quieres Brad, oriental, sudamericano o caucásico?". "¿Elije tú Angelina, que tienes mejor suerte que yo?". "No, no, elije tú, que yo estoy demasiado centrada estudiándome el guión de mi próxima película".

Pero lo último es el caso Madonna , a la que han dado en adopción provisional --la definitiva le podrá ser concedida tras una evaluación que los tribunales harán dentro de año y medio-- un niño de Malawi de trece meses. Vamos, que habrá que decirle a la criatura: "Niño, no te encariñes mucho con Madonna que caducas a los dieciocho meses y eres mercancía intercambiable".

Me gustaría fichar, para que hicieran el papel de padres adoptivos en uno de mis artículos, a un matrimonio sencillo que conozco, que ya tienen un hijo y solicitaron la adopción de otro porque no pueden tener más hijos naturales. Al parecer, la institución competente, tras un pulcro careo sicológico, les denegó la adopción alegando que la mujer, que después de tener el primer hijo sufrió un abortó, deseaba este niño solamente para suplir al malogrado. Seguramente haya niños en países superpoblados y tercermundistas dispuestos a todo por suplir a un hijo malogrado, niños sin padres que para vivir en la pobreza más mísera e infrahumana quizá desearían no haber nacido.

*Pintor