TItnmersos como estamos en una grave crisis económica, que ha subrayado especialmente la falta de modelo productivo de este país; al mismo tiempo, que ha engrandecido, por otro lado, el soporte y la capacidad de aguante de muchas familias. Toca ahora, especialmente, remar todos en la misma dirección. El mal llamado debate soberanista parece llevarse cualquier capacidad de diálogo entre instituciones y ciudadanos, por lo que, recordando pasajes claves de la historia de nuestro país, convendría no apresurarse a romper las reglas de juego, y, en cambio, usarlas y adaptarlas, llegado el caso.

XEN ESTE PAIS,x hubo un proceso constituyente, que, en menor o mayor medida podríamos definir como ejemplar. Un proceso Constituyente que nos llevó a promulgar un texto constitucional, que nos proporcionó el respiro necesario para modernizar este país; y sobre todo, contemporizar el conjunto de sentimientos y sensibilidades políticas existentes en la sociedad española.

Por ello, cuando ahora se abre un nuevo debate, muy parcializado hacia una dirección, convendría por parte de todos, trabajar en el mismo, reiterando buenas prácticas del pasado. Como fue, el consensuar, por medio de un grupo de interlocutores muy válidos, nuevas formas de convivencia, emanadas de la voluntad de la gran mayoría, y acotando y matizando espaccios históricos y derechos adquiridos. Como ciudadana de este país mantengo siempre esa doble dualidad, mi sentimiento como extremeña, que nace de la interiorización de mis convicciones más profundos, y mi condición de española que suscribe la realidad de España. Ambos compatibles, y ambos enriquecedores de mi condición de ciudadana.

XSON SENTIMIENTOS,x sin duda alguna, que conforman y pueden consolidar mi mayor o menor querencia hacia la realidad en la que vivo. Y, como ciudadana, ya no tanto de España, sino de la realidad histórica de la Unión Europea suscribo un marco de convivencia que es el que nos hemos dado hace años los españoles. Y eso, entiendo yo, que hemos de respetarlo todos, y hacerlo, desde el más estricto acuerdo a las reglas de juego.

Si efectivamente hay instituciones que, bajo el paraguas de un sentimiento, entienden que deben ser considerados estados, dentro del Estado Español, hay que ir a la Constitución y consultar al respecto. Y, si a pesar de todo, esto no se quiere hacer, porque se entiende que este texto ya no responde a la nueva realidad. Lo que habría que hacer es cambiarlo, y hacerlo, lógicamente, desde el consenso. No cabe otra, pues una cosa son los sentimientos, que como lo ilimitado no tiene barreras, y otra cosa, muy diferente es intepretear reglas democráticas que nos afectan a todos, a pesar del intento de parcialidad de una de las partes. Si esto es así, no es demasiado difícil abrir un debate, y hacerlo desde la tranquilidad y la equidistancia de un nuevo marco jurídico, que debe ser planteado y estudiado. Con la experiencia de que en este país yo lo hicimos en un momento histórico decisivo del mismo, y no hace tanto tiempo.

XCREO QUEx en este ejercicio debieramos ser todos muy sinceros, y absolutamente leales. Nos jugamos el devenir histórico de este país, que merece, al menos, intentarlo siempre. Creo, francamente, que introducir en un marco legal de convivencia, elementos de sentimientos no siempre resulta justo. Especialmente, porque nadie debe prejuzgar lo que cada uno siente, especialmente, si esto se quiere utilizar como argumento para hacer prevalecer frente a otros ciudadanos, porque compete al corazón y el corazón es patrimonio único de cada uno, para respetarlo, y no enarbolarlo frente a otros.

Pero si, en cambio, en ese argumentario se introducen elementos jurídicos, que afectan a la configuración de un Estado, marcado por un texto constitucional. Ahí debemos entrar todos, con los mecanimos jurídicos a nuestro alcance, y con las reglas de juego que hace año se consensuaron, y que para cambiarlas, se ha de necesitar nuevamente un gran consenso; porque todos reultamos afectados.