El mundo está condenado a un ciclo sin fin de burbujas, crisis financieras y caídas de monedas. Acostúmbrense. Al menos, ese es el mundo que los banqueros centrales están preparando". Quien así con contundencia se expresa era la semana pasada era la biblia económica Financial Times, que --la verdad es que andan poco alejados del catastrofismo como forma de vida; o sea, de vender más-- no duda en que quien realmente ha regido la economía mundial en los últimos años han sido los Bancos Centrales.

"Nuestro riesgo es la complacencia. Las políticas monetarias sólo pueden ser base para otras medidas políticas que resuelvan los problemas estructurales. No se ha evitado el peligro". Son palabras de Jörg Asmussen , del comité ejecutivo del Banco Central Europeo. Y un estupendo aviso de que no creamos todo lo que se dice... o lo que no se dice.

Más. De lo mismo. El miércoles, Ben Bernanke , presidente de la Reserva Federal norteamericana, decidió, pese a la buena marcha de los indicadores en el país de Obama y a la opinión de muchos especialistas, mantener la política de estímulos monetarios y seguir (resumiendo) mandando dólares y más dólares a los mercados financieros. Más madera. Yes, they can.

No hace falta leer demasiado entre líneas para ver que esos tres ejemplos son parte de un mismo esquema que se mueve en la economía mundial y que dicta los caminos en los que va a transitar ésta en los próximos veinte años. Es evidente que la crisis financiera global ha demostrado la tremenda conexión de los esquemas económicos nacionales y como éstos no eran decididos por los políticos, a menudo a remolque y a rebufo de decisiones de otros, que no comprenden del todo. Y esos otros son los banqueros centrales.

TODO ESTO lo cuento porque van a empezar a ver noticias en sentido positivo, mejoras de índices económicos y una (falsa) sensación de que todo ha terminado. Y puede ser. Pero no en lo que nos afecta a todos día a día. Eso, aún y desgraciadamente, ni siquiera está en el final de los primeros 45 minutos del partido. Nuestros políticos se preparan para una avalancha de anuncios de mejoras (aún pírricas), a ver ufanos cómo se reducen las necesidades financieras del país y a echar mano de un saldo positivo por cuenta corriente (¡sí!... pero que expliquen por qué. Se lo digo: menor consumo, más exportaciones. Simple). Toda una salida de la recesión. Vale.

Pero salir de la recesión no es salir de la crisis. La recesión es una escaramuza en la larga batalla de la crisis. Sé que ustedes lo tienen claro, pero no está de más incidir en ello. Por eso, aunque se lancen las campanas al vuelo políticamente, los bancos centrales son tan cautos. Por eso mantienen medidas como la compra de bonos o la impresión masiva de "moneda". Por eso insuflan inflación, que nos empobrece a todos pero que sirve muy bien para crear el llamado "efecto riqueza". Aunque ese efecto sólo enriquece a los que tienen recurso para ellos; los demás sólo ven como su eurito cada día vale algo menos. Y si no comprueben con que alegría reaccionan bolsas y fondos al anuncio de Bernanke. Es dinero cautivo en los mercados.

Saben que sin empleo no habrá crecimiento real. Saben que el hecho de que los mercados financieros den respiro y suban tiene base en sus políticas y no en fundamentos de la economía productiva, que es la que da de comer a un país. Saben que han creado el paisaje para después de la batalla de la crisis. Porque lo han diseñado. Y ahora deben reconducir las extraordinarias medidas tomadas estas noches, nacidas al calor de la urgencia de salvar el descalabro que ha supuesto la crisis financiera, para evitar precisamente otra crisis que suma en una depresión financiera a muchos países. Por eso esto es sólo una batalla. La guerra aún no se ha ganado.

Insisto mucho a quién tiene la osadía de preguntarme en lo difícil que es hacer previsiones económicas a medio plazo. A largo ya me parece alquimia. Pero sí sugiero a nuestros políticos más cercanos que no se dejen llevar por cantos de sirena. Todavía quedan años de controlar presupuestos, buscar la creación de empleo y consolidar rebajas de administraciones que no son sostenibles. Y los Juegos Olímpicos pues los vemos por la tele, que no pasa nada.