Escritor

Mi fugaz estancia en Cáceres por motivos familiares en estas fechas tan entrañables de la Navidad en las que el encuentro se hace obligado y las distancias no importan, no me ha sido pretexto para no acercarme a la estatua del poeta José María Gabriel y Galán en el paseo de Cánovas y rendirle mi personal homenaje de admiración ante la imposibilidad de hacerlo en el día de hoy en el que de manera especial y desde tantos años se le tributa en el aniversario de su muerte por todos aquellos que aman y sienten su poesía. No sólo por éstos, sino por todos aquellos que se sienten poetas y aprovechan ese momento que se les brinda para los versos de su creación lírica queden testimoniados junto al homenaje al insigne poeta ´charro´ que tan ligado estuvo a Extremadura y sus gentes y a las que tan magistralmente cantó en la mayoría de sus versos.

La sedente figura de José María Gabriel y Galán, obra de Pérez Comendador, sigue testimoniando el recuerdo de gratitud del pueblo de Cáceres. La obra sigue presente aún en la memoria de aquella generación que aprendió sus poemas en la escuela o escuchó sus poesías leídas en torno al fuego del hogar por algunos de nuestros mayores durante las frías noches de invierno cuando el tiempo dilataba su soledad y su poesía era bálsamo y doctrina cristiana en el ancestro retablo.

La poesía de José María Gabriel y Galán era sencilla. Es sencilla. Escrita desde la sencillez misma. Comprendida. Compartida. Al leerla se intuye el sentimiento con que fue escrita. No hay nada en ella que no sean sentires y emociones. Esas emociones sencillas y espontáneas que sólo los hombres del campo y la vida lugareña trasmiten sin atisbos de maldad o altanería. El hombre llano no encontró mejor mentor que José María Gabriel y Galán. El fue eco de sus inquietudes y albacea de sus propios intereses en un tiempo difícil en el que la pérdida de las posesiones coloniales y sus terribles consecuencias fueron tierra abonada para el descontento social y político de una España zigzagueante que no acaba de encontrar la identidad perdida. Por ello la poesía de José María Gabriel y Galán, ajena a las corrientes oficialistas, fue un canto continuo a enaltecer, desde su sencilla visión, la hondura del sentimiento humano y sublimar la belleza del entorno que nos rodea. Nadie como él cantó la belleza del paisaje de Extremadura.

El paisaje de Extremadura en la poesía de José María Gabriel y Galán es el telón de fondo de un escenario con vida propia. Sobre él gira toda la argumentación de su obra, y toda su obra se apoya sobre los resortes de un paisaje bucólico y marginado que estaba ahí pero cobró vida y fue consustancial en los versos galanianos. José María Gabriel y Galán describe el paisaje extremeño con mimo con delicadeza inusitada. Se recrea en él. Cada alusión a cielo o tierra, a valles o a perspectivas montaraces, sirven de sostén a efusiones emotivas de las que ese trozo de naturaleza es su reflejo. La dura realidad cotidiana se enmarca en la dura y agreste perspectiva del paisaje. De un paisaje que jamás fue tratado con tanta maestría como lo fue en la poesía de Gabriel y Galán. En este sentido bien puede decirse que pocos poetas le han superado en su habilidad y en su facilidad para dotar de vida a los elementos naturales del paisaje. Un paisaje que, cuando lo contemplo en mi añorada Extremadura, me hace exclamar como él en su poesía ´Regreso´:

¡Dejadme respirar esta frescura

de vuestro ambiente que a vivir convida,

que yo quiero vivir y esta es la vida!

Desde mi lejanía, en este día tan especial, quiero sumarme a todos los incondicionales galanianos que en torno a su estatua le recordarán con sus libres y espontáneas intervenciones.