El buen abogado que fue Tony Blair sacó fuerzas de su creciente flaqueza para intentar recomponer su figura ante el juez. El premier británico rechazó la acusación de haber exagerado deliberadamente el potencial destructivo de Sadam Husein y al decir que éste podía activar su arsenal de destrucción masiva en sólo 45 minutos.

Blair explicó que en caso de haber hecho eso ya habría dimitido. Pero eso son simplemente palabras, pues persisten los graves indicios en su contra. Sea cual sea el origen de la exageración, tanto los documentos publicados sobre Irak como la divulgación de la identidad de quien primero reveló la impostura y luego acabó suicidándose hacen que la situación continúe siendo muy embarazosa para Blair y su Gobierno: casi el 70% de los británicos cree que mintió o exageró para justificar su actitud belicista.

El futuro de este líder pende de la recuperación de la confianza de una opinión pública a la que sedujo hace seis años con promesas de moralizar la vida pública. Si la ocupación de Irak desemboca en una pesadilla con más muertes de británicos, Blair puede acabar pagando su injustificado belicismo. Y eso, pese a que ahora la oposición conservadora sea muy poco atractiva en Gran Bretaña.