Una imagen vale más que mil palabras. Dicen. Será por esta razón por la que los líderes políticos necesitan un asesor de imagen; las tiendas precisan de una dependienta con buena presencia; las modelos adoran el photoshop; la publicidad elige a la gente guapa; los telediarios enfocan en primer plano las ropas ensangrentadas de alguien al que acaban de asesinar; los salvajes disfrutan grabando sus miserables hazañas ; los vacíos se entrampan en la compra de un gran coche con el que complementar su déficits; los niños miran dibujos, fotografías y películas de escaso argumento; los recién casados piden préstamos para viajar a Cancún y mostrar el vídeo a las amistades; los viejos se esconden en residencias porque su cercanía a la muerte desentona con la tersura de la juventud al uso; las instituciones se esfuerzan en ubicar exposiciones que dan en llamar artísticas, y promueven el carnaval- La palabra está devaluada. Las informaciones se convierten en anécdotas mal resumidas en titulares; los discursos políticos se reducen a mensajes ambiguos, tendenciosos, parciales y embusteros; se inventan palabras (guay, superfuerte , como muy ...) y se utilizan de forma indiscriminada para uniformar y simplificar las emociones; el hombre se cobija en parceladas siglas para huir de la responsabilidad que entraña la libertad personal y se conforma con definirse con unas cuantas iniciales; el vocablo democracia se pronuncia una y otra vez con el propósito de encubrir lo que le es ajeno. Recuperemos el valor de la palabra. La palabra justa y precisa; comprensiva y cariñosa; reivindicativa y luchadora... La palabra que nos acerca a los otros, que nos hace sensibles, que une y no separa, que expresa valores, que ni manipula ni arenga, que vive en un intento de encontrar la verdad, que nos hace hombres y mujeres comprometidos. Yo pienso trabajar por ella, palabra de honor.

Ana Martín Barcelona **

Cáceres