Escritor

Hace cuatro años, cuando uno decidió presentarse a las elecciones a la presidencia de la Asociación de Escritores de Extremadura y, más allá, cuando fue elegido, ya tenía tomada la decisión de que asumiría esa responsabilidad sólo durante un mandato. Por eso, la determinación de no presentarme a la reelección no ha venido forzada por nada ni por nadie ni obedece a otra razón que la de dar a otros la oportunidad de seguir fortaleciendo la AEEX y darle nuevas orientaciones. Dije entonces que pretendía continuar la magnífica labor emprendida por mi antecesor, el poeta Angel Campos, y que, como mucho, intentaría desarrollar y potenciar su tarea. Para eso hemos llevado a cabo durante estos últimos años actividades como el VIII Congreso de Escritores de Trujillo; las Aulas Literarias (por donde han pasado más de un centenar de escritores que, extremeños o no, están entre los más sobresalientes del panorama literario español de la segunda mitad del siglo XX, lo que ha servido, entre otras muchas cosas, para abrir definitivamente las murallas del anacronismo en las que ha vivido encerrada nuestra literatura durante buena parte de su historia); los Talleres de Relato y Poesía (que han pasado de siete a doce); los dos Encuentros de Poesía Experimental; los Encuentros de Poesía Dichter en dichter, organizados por la Fundación Academia Europea de Yuste; las mencionadas Aulas Virtuales, en colaboración con el Plan de Alfabetización Tecnológica de Extremadura, etcétera.

La publicación de las actas del congreso, de los cuadernillos de las aulas (que suman una colección rara y única en España), de las antologías de los talleres (que han servido de bautismo literario para muchos) y de los catálogos de las exposiciones de poesía experimental han generado un fondo bibliográfico imprescindible para trazar el mapa de la historia literaria de Extremadura en este cambio de milenio.

En mi debe personal, registraría que me faltó tiempo y dedicación para hacer más cosas, pero es el caso que, como casi todos, uno trabaja, ayuda a sostener una familia y, además, escribe. Eso no obsta para que me vaya con la conciencia tranquila; convencido de que he superando con creces mis propias expectativas y muy agradecido por la colaboración constante de los miembros de la junta directiva. Entre todos hemos logrado mantener esos grados de calidad, exigencia y ambición exigibles a una asociación que se autodenomina "de escritores".

Estoy también agradecido por el apoyo de la inmensa mayoría de los socios. No puedo negar que me han dolido los ataques de algunos, sobre todo porque no han utilizado los cauces estatutarios ni las asambleas para hacerlo y se han amparado en intermediarios ajenos para firmar sus infundios, amparándose incluso en la cobardía del seudónimo. Algunos no entienden que ciertos cargos son, sobre todo, cargas; más si no se utiliza con fines particulares o para hacer la carrera que los libros son incapaces de hacer por uno. Como de agradecer ha sido la ayuda, respetuosa con nuestra independencia, de distintas instituciones y entidades, así como la de los medios de comunicación.

Hemos querido que la AEEX estuviera abierta a los aires de su tiempo y que no fuera una capillita vetusta que sólo sabe mirarse a sí misma; extremeña pero universal; atenta tanto a lo propio como a lo ajeno, algo lógico si se tiene en cuenta que los escritores que la integran viven en una sociedad moderna y normalizada que forma parte de un mundo globalizado y sin fronteras.

De la mano del nuevo presidente, el poeta Antonio Sáez, tiene un brillante futuro por delante. No saben cuánto me alegro.