TLtos pobres acebos tiemblan al llegar la Navidad, sus bayas rojas siembran a estas horas las mesas blancas de los salones a punto de la última campanada y las chimeneas de todos los cuentos navideños. Mis vecinos han decorado la puerta de la entrada con una corona hecha de acebo y los centros comerciales resurgen en forma de bosques de coníferas y robles, alumbrando con el fruto rojo y carnoso del acebo, la senda del consumista despistado.

Los acebos intuyen que al llegar la Navidad serán expoliados, así como las pulardas se barruntan la que se les viene encima... tanto pato tanto pato... ¿Sabía usted que para poder ponerse ciego de pularda o capón, en estas entrañables fiestas, las pollitas han de ser intervenidas quirúrgicamente, con el fin de extirparle el ovario izquierdo?

Lo de exterminar el ovario izquierdo no es capricho ni azar ni manía ni ojeriza, es única y exclusivamente porque el ovario derecho de la gallina en cuestión, no es funcional. Además de hacerle esta pequeña travesura al animalito del corral, debe usted saber que a las pollitas se las inmoviliza durante meses, o lo que es peor, se engaña al animal, manteniéndolo a oscuras e inmovilizado para evitar la puesta de huevos. Al parecer, la capacidad de poner huevos, le supone a la pularda un estrés insufrible, pitas, pitas... Aquí, de lo que se trata, es que la pita doméstica, engorde sin parar durante 9 meses, dos kilos, o sea, el doble de la gallina común. Una vez llegada a esta fase, la pintada muere y usted se la zampa entre el acebo de la mesa, la paleta de ibérico y el cava de la tierra. ¡Qué aproveche!

Antes de terminar con las existencias del planeta animal, usted habrá esquilmado cientos de bosques de abeto, otros tantos de acebo y gran parte de las reservas oceánicas, a base de pantagruélicas embestidas al molusco gallego. Y así hasta que den las últimas campanadas del año mal-suerte que atravesamos peligrosamente. En ese instante, usted habrá arrasado con las viñas de Tierra de Barros y parte de La Rioja. ¡Qué aproveche! Me van sobrando algunos brindis, por la amistad, por el amor eterno, por la felicidad, por nosotros, por el trabajo, por 2014, etc... sólo me atrevo a guardar un brindis, uno sólo: por la salud.

XPOBREx de aquél que espere un año lleno de bienes, que se vaya poniendo a la cola de los seis millones de parados, que llevan más tiempo y se lo merecen. Pobre de aquellos que esperen sentencias favorables, salir de la cárcel o entrar en la lista Forbes. 2014 trae convulsiones bajo el brazo, empujones en escaños y Ministerios, terremotos autonómicos, escasez de víveres, atracones judiciales. Será un año de fuertes marejadas en las avenidas que circundan el Congreso, veremos rugir a los leones de la Carrera de San Jerónimo, vendrán tormentas y rabietas independentistas. Será un año complejo en el que veremos caer del cielo chuzos de punta.

Hago inventario de palabras nuevas, pero me brotan del teclado las mismas palabras gastadas que han marcado 2013, un año mala-suerte que agoniza entre zarpazos de frustración y desencanto. Quisiera alumbrar palabras recién nacidas, escogidas como la buena uva en la cepa de la Real Academia de la Lengua, pero sólo recojo uva pasa, palabras secas, deshidratadas. Como las piedras negras que pueblan las páginas de Economía de los periódicos. Por suerte, estamos a un tris de apagar las doce velas negras que la bruja Merkel nos impuso como castigo por ineptos. Contengan la respiración, tris tras, tris tras...

Cuidado con las uvas de la ira, no ponga en su mesa ni una sola de ellas que luego traen consecuencias insospechadas. La ira sólo trae raciones incalculables de odio hacia uno mismo, o sea un festín de fracaso para el que la mastica. Cuidado por tanto con la ira en forma de racimo, que le explotará en plena cara antes de la última campanada. Ya lo ve, palabras gastadas se extienden como el aceite por esta columna golpeada tras un año de acontecimientos, vivencias, sustos, suspiros, decepciones, desencuentros y largas esperas en la estación de los domingos.

Palabras gastadas que sin embargo devienen en bayas rojas del acebo de los bosques que habito cuando todo parece sucumbir. Allí, en sus profundidades, encuentro a veces, el fruto de la palabra exacta.

:La autora es periodista