TLta moneda falsa no puede convertirse en legal sin un trastorno grave en la sociedad que lo permite. Hazme buena política que yo haré buena gramática . Cuando la gramática tiene que retorcer las palabras para camuflar la realidad es que la política anda mal. Cuando no se permite llamar a las cosas por su nombre ocurre un proceso de degradación del lenguaje, que lleva a la corrupción. Como si un virus se nos metiera en el disco duro del cerebro y destruyera todos sus contenidos. La palabra, el concepto, es la moneda de cambio intelectual. No sería posible la comunicación humana si las palabras no tuvieran un significado fijo. Una cosa no puede ser y no ser a la vez. Por eso solemos decir: al pan pan y al vino vino , cuando rechazamos los intentos de confundirlos.

En la etapa política anterior a la democracia se trataba de sustituir la palabra huelga , por paro técnico , obrero por productor . Cuando llega la democracia hasta los ingenieros se trataban de llamar trabajadores. Estamos tratando de cambiar las cosas a través de las palabras. Ahora, por ejemplo, el ministro de Defensa dice que hay que eliminar la palabra guerra de la Constitución, como si con ello se eliminara la realidad. A una cárcel en Venezuela la llaman libertad . El presidente del Gobierno duda del sentido de la palabra nación . Esta corrupción de los conceptos es síntoma de enfermedad política, que corromperá a la sociedad. No es la primera vez en la historia en que esto ocurre. Los sofistas trataban de conseguir el poder manipulando el lenguaje, de forma que lo justo aquí, era injusto más allá. Que el bien y el mal podrían ser lo mismo. La verdad y la mentira eran intercambiables.

Estas posturas políticas suponen el escepticismo sobre los valores y un contrabando político, a través de las palabras. No hay interés por la verdad, sino por la confusión.

Si el concepto se desvirtúa, la moneda intelectual se convierte en falsa y hace imposible el intercambio y la confianza entre las personas. Las palabras tienen suma importancia. No es lo mismo decir culpable que inocente, víctima que verdugo, absuelto que condenado, guerra o paz. Sólo los que quieren engañar tratan de evitar la definición, la claridad. Esta fue una de las aportaciones de Sócrates , obligar a los sofistas charlatanes a que definieran las palabras. La inteligencia exige la definición, la especificación. Cuando se trata de explicar lo específico por lo genérico, lo claro por lo confuso, se está engañando. Las palabras tienen también su carné de identidad si no queremos trabajar con moneda falsa. ¿Qué ocurriría si de golpe se cambiara el sentido de la palabra stop y del color verde y rojo de los semáforos? Habría más muertos que en una guerra. Ese es el problema del cambio de sentido a las palabras claras, aunque no se vea el peligro a primera vista.

*Secretario generalde Extremadura Unida