En La boda de Ana y Alejandro , la sátira política del dramaturgo Juan Mayorga , el convite de la hija de Aznar se convierte en un espacio de intrigas y trapicheos entre rufianes vestidos de gala. Por lo visto, la ficción se ha quedado pequeña a la vista de lo que vamos sabiendo de las investigaciones del juez Garzón . Pues bien, las elecciones gallegas y vascas han demostrado que pesa más en el voto del ciudadano el coche oficial de medio millón del expresidente Touriño que la trama de espías y corrupciones que ronda al Partido Popular. ¿Por qué la ciudadanía es tan severa con unos y tan comprensiva con otros?

El profesor Aranguren se lo explicaba diciendo que la izquierda es vista como la portadora de valores morales, por eso no convenía que tocara poder, porque eso exigía devaluar ideales y recurrir a estrategias eficaces, aunque no fueran edificantes. La izquierda, concluía él, solo puede estar "fuera del poder y contra él". Si se arriesga a ocuparlo, la opinión pública será severa con cualquier atentado a la ética.

Sabido es que la ética y la política no se llevan muy bien, porque, como Kant decía, el principio de la política es "sed astutos como serpientes" y el de la ética, "sencillos como palomas". Esto no quiere decir que la ética no haya tenido sonados triunfos políticos. Hoy sabemos muy bien que tanto la revolución americana como la francesa, a finales del siglo XVIII, eran operaciones para ricos o propietarios. A ellos iba dirigida la promesa política de igualdad y libertad. En esto el siglo XVIII no era nada original, pues seguía la pauta marcada por la famosa democracia griega, que era cosa de pocos, ya que, para participar en ella, había que ser varón, pudiente y ateniense: es decir, ni las mujeres, ni los pobres ni los forasteros tenían cabida.

XPUES BIENx, si se ha podido universalizar el sufragio y si se han extendido la libertad y la igualdad a los pobres ha sido gracias a la conciencia crítica o a las exigencias éticas de unos pocos, que pusieron en marcha poderosos movimientos sociales reivindicativos. Esas masas sociales no disponían de cañones ni de mantequilla. Su fuerza era la convicción moral, y con ella cambiaron la historia. Cuando los españoles llegaron a La Española, montaron un sistema económico y social bajo el principio de que unos eran amos y los otros, siervos. Aquello funcionaba a pedir de boca de los conquistadores.

Fueron unos pocos frailes, armados de un par de principios morales, los que, un domingo de Cuaresma y ante Diego Colón y demás espadones, se hicieron unas cuantas preguntas que conmovieron los reinos de Carlos V : "¿Con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estas gentes que estaban en sus tierras, mansas y pacíficas? ¿Cómo los tenéis tan oprimidos y fatigados? ¿Acaso no son hombres?". Quien esto cuenta era un cura encomendero llamado Bartolomé de Las Casas . Aquel sermón le hizo caer del caballo y hoy cuenta como pionero de la historia de los derechos humanos, el gran éxito político de la izquierda o de la conciencia crítica, o como quiera llamarse.

En el origen de la izquierda está la experiencia de una lucha contra los poderes establecidos sin más armas que la razón, los valores universales y una clara sensibilidad por las injusticias. Eran los tiempos en los que estaban fuera del poder y contra el poder, pero no por voluntad propia, sino porque las fuerzas conservadoras no lo permitían. Gracias a esa lucha cambiaron las reglas y la izquierda llegó al poder. Felipe González aún pudo exprimir la asociación en el imaginario colectivo entre izquierda y ética, con aquel eslogan de Cien años de honradez . Era un riesgo porque el PSOE se estaba convirtiendo en un partido del poder, expuesto, por tanto, a todos los abusos. Convertir la honradez en cartel publicitario tenía el inconveniente de elevar un caso de corrupción a deshonra de la firma publicitada.

Cuando llegaron los Roldán y Filesa y los GAL, se acabó el embrujo. La derecha mediática, que aprovechó aquellos escándalos para copar el poder, quiso hacernos creer que lo que les movía eran impulsos morales. Los ciudadanos otorgaron sus votos a Aznar y a los suyos no porque fueran virtuosos ellos, sino porque los socialistas no lo eran.

La opinión pública tolera los escándalos en la derecha --premiándoles, en casos como el de Carlos Fabra , con mejores resultados electorales-- y no en la izquierda porque tiene asumido que, para la derecha, el valor político de referencia es el poder y, para la izquierda, deberían contar también los valores morales. De la derecha esperan eficacia, y de la izquierda, que sea solidaria y austera, cercana y sensible a los problemas de la calle.

La izquierda no debería lamentarse por esa doble vara de medir que aplica el ciudadano. Si lo hace, y castiga electoralmente a un partido más que a otro, es porque espera más de la izquierda. El problema es saber si el PSOE se lo sigue creyendo o ha ingresado en la cofradía kantiana, convencido de que entre ética y política solo puede haber relaciones conflictivas, no buena química.

*Filósofo e investigador del Consejo

Superior de Investigaciones Científicas.