Resulta que anteayer el Reino Unido votó a favor de la 'desconexión' de la Europa institucional. Y las teles, radios, periódicos y redes sociales se pringaron del palabro 'Brexit' hasta no dejar ver, ni oír, casi nada más allá de lo que tuviera que ver con la decisión de una ajustada mayoría de los ciudadanos de Escocia, Irlanda del Norte, Gales e Inglaterra.

De pronto, todo el mundo se puso a desgranar las consecuencias del resultado del referéndum. Como por arte de magia, en la verde pradera de la actualidad, nacieron, como si de setas se tratara, centenares de expertos que analizaban cómo afectaría esta ruptura a España y a los españoles de aquí o allá.

Y uno, que escuchaba con atención, trataba de aprender un poco para amueblarse el criterio sobre el tema. Tengo que reconocer que lo que más me preocupaba de todo lo que oía tenía que ver con la incertidumbre de los españoles que trabajan en el Reino Unido, y, particularmente, por cómo afectaría a algún buen amigo que sé que se va a tener que enfrentar a esta nueva y desconocida situación.

La macroeconomía afecta a la vida de las personas, pero, como en casi todo lo de esta vida, lo que nos preocupa tiene que ver más con la microeconomía, que es la que condiciona la vida de aquellos a quienes conocemos.

El caso es que, entre tantos mensajes, análisis y pensamientos, he de reconocerles que había algo que no dejaba de obsesionarme. Y, en este sentido, quiero pedirles perdón anticipadamente por si les decepciono al no realizar una sesuda disección intelectual sobre el tema al que he hecho referencia. Porque a mí lo que más me preocupaba anteayer, mientras las noticias martilleaban mi vista y oídos con el 'Brexit', era la barra de pan de pueblo que había sobre la mesa de la cocina de mis padres. Y habrá a quien esto le parezca una irresponsabilidad, por todo lo que, a consecuencia del 'Brexit', nos puede caer encima.

XPEROx qué quieren que les diga, que uno está a dieta, y con la alimentación hipocalórica, se ve un pan de pueblo y no se puede pensar en otra cosa que en esa corteza tostadita y ese 'miajón' esponjoso, en el paladar exquisito de un alimento tan barato y de tan sencilla elaboración, y en lo bien que le sentaría a esa masa cocinada un aderezo de cualquier ibérico de la tierra. En fin, que, en multitud de ocasiones, el mundo va por un lado, y los pensamientos y preocupaciones del común de los mortales, por otro.