Al reconocer Benedicto XVI que "también un Pontífice se equivoca", ha abierto la posibilidad de una revisión de la figura y los atributos del Papa. Aunque en el libro ´La luz del mundo´ no hace mención expresa a la infalibilidad papal en cuanto atañe al dogma y la moral católicos, consagrada por el concilio Vaticano I en 1870, el Papa tampoco excluye reconsiderar la vigencia de los juicios, las indicaciones y los preceptos formulados ex cátedra, porque también estos pueden ser fruto del error. En realidad, la sola aceptación de la idea de que el Papa puede equivocarse allana el camino para que, en el futuro, no sea un anhelo imposible el cambio de opinión en asuntos relacionados con los valores, la moral y las costumbres de la sociedad contemporánea. Media un paso de ahí a suponer que las opiniones del Papa sobre el uso del preservativo en casos extremos --la prostitución, por ejemplo-- se acomodan a la admisión de un error de juicio cometido por él mismo y por sus antecesores. Un error que, con la tragedia del sida en cada esquina, ha contribuido a hacer cada vez más difíciles de aceptar por una parte de los creyentes las directrices vaticanas en las denominadas políticas del cuerpo. Sería una exageración colegir de todo ello que la Iglesia católica se embarca en un cambio de orientación de corte liberal. Basta con recordar la particular batalla de Benedicto XVI contra cuanto considera un ejercicio de relativismo moral para concluir que el peso de la tradición en el Vaticano seguirá orientando el llamado magisterio de la Iglesia.